304. AMENAZA A SOFÍA
Había asumido la identidad de Lady Sabina con tal maestría y astucia, y ahora se encontraba en un precipicio de desilusión. Había estado tan cerca del éxito absoluto, tan próxima a la cima de su ambición, que casi podía saborear la dulzura del triunfo. En su mente, se había construido una imagen gloriosa: ser la mujer más respetada, amada, temida de la sociedad de Capitalia, una ciudad al umbral de la modernidad. Pero ese sueño se desvanecía rápidamente.
La aparición de los Cavendish había sido la grieta en su cuidadosamente construido castillo de naipes. Sir Alexander y su hijo César, con la ayuda de Airis y Bee, habían desenmascarado su juego con una precisión devastadora. Y para colmo de sus desgracias, esa mujer, la verdadera Lady Sabina, a quien había mantenido con vida sin saber por qué y sobre la que había construido su gran engaño, estaba allí. Con cada palabra que pronunciaba, revelaba al mundo la insignificancia de la impostora; no era más que una simple campesina que habí