La sala estalló en murmullos y exclamaciones. Aunque no entendían a cabalidad las acusaciones que había acabado de hacer la extraña mujer, era una revelación que de ser verdad, sería como un rayo que iluminaba no solo la verdadera identidad de la impostora Lady Sabina, sino también la profundidad de su traición.
¡Había asesinado, conspirado y engañado, todo mientras se escondía detrás de una máscara robada!
La recién llegada, cuya dignidad trascendía la simplicidad de su vestimenta, se acercó al estrado con una serenidad que delataba su ascendencia noble. Su saludo, una reverencia ejecutada con elegancia, no dejaba lugar a dudas: estaba versada en las más refinadas normas de etiqueta, despertando un vivo interés entre los presentes.
—Vuestras Majestades —proclamó ella, con una voz que parecía hacer eco a través de los mismos muros de la mansión Cavendish—, me presento ante ustedes como la verdadera Lady Sabina de Altagracia y Murillo, la tercera descendiente del ilustre linaje