CAPÍTULO 3. EXPLICACIONES TARDÍAS

Matteo escuchó la voz al otro lado de la línea y su corazón comenzó a latir enloquecido, como si se tratara de los redobles de unos tambores, un sudor frío recorrió su espina dorsal, hizo un primer intento de hablar, más las palabras se quedaron atragantadas en su garganta.

—Matteo ¿Estás allí? ¿Me escuchas? —preguntó la mujer en un tono de angustia.

 

El hombre aclaró su garganta y por fin encontró su voz.

—Helena… aquí estoy —suspiró, presintiendo que las palabras pronunciadas a continuación, serían duras de decir, y así fue —. Sin embargo, creí que todo había quedado muy claro entre nosotros la última vez, te pedí no volver a llamarme. ¿Por qué insistes? —Su primera intención había sido no tener el mínimo acercamiento, con ella, pero ahora teniéndola tan cerca, se sentía tentado.

Al otro lado se oyó un sollozo, se mantuvo en silencio, tenía una lucha interna consigo mismo, una parte de él lo instaba a cortar la llamada y otra a escucharla, porque su sola voz rememoraba maravillosos sucesos de su pasado y desencadenaba numerosos sentimientos en él, los cuales mantuvo bloqueados durante mucho tiempo.

Un bufido de impotencia salió de sus labios, justo cuando su mente evocó el pasado, cerró los ojos mientras se dejaba inundar por ellos.

"—Matteo mi amor ¿A dónde me llevas? —preguntó la chica sonriente, mientras él la guiaba con los ojos cubiertos por una venda.

—A conocer un hermoso lugar, es un paraíso terrenal.

La sujetó por un brazo y la guió por una distancia de aproximadamente un kilómetro, antes de llegar a una cascada. La chica tuvo la sospecha del lugar donde estaban, al sentir ser bañada por unas gotas de aguas y el ruido que estas hacían al caer. Él le quitó la venda, dejando los impactantes ojos de la chica al descubierto, ella esbozó una amplia sonrisa emocionada, producto de la sorpresa al observar el hermoso paisaje, enseguida se giró sin dejar de reír, lo tomó por el cuello y comenzó a besarlo.

Matteo la rodeó por la cintura mientras ella se pegaba más a su cuerpo, sus bocas se devoraban con pasión, mientras él sentía como su erección crecía dentro de su pantalón.

—¡Hazme tuya Matteo! —exclamó la mujer en tono suplicante.

Sin ninguna pérdida de tiempo, comenzó a despojarla de cada prenda que cubría su humanidad dejándola por completo desnuda frente a él. La apartó un poco para observar cada curva de su cuerpo, no pudo evitar excitarse ante la vista, su piel blanquecina le daba la impresión de estar ante la presencia de un ángel, sobre todo por el efecto dorado de su cabello cayendo como rayos de sol.

—¿Te gusta lo que ves? —interrogó Helena en un tono coqueto.

Los ojos de Matteo se oscurecieron, no pudo evitar sentir la excitación recorrerlo de pies a cabeza, sin dar respuesta verbal a su pregunta, se quitó las prendas de ropa con calzados incluidos, la cargó y la llevó a la cascada, se sumergieron en el agua, mientras la caída de agua golpeaba sus cuerpos. 

Él la atrajo a su lado sosteniéndola por su derrier, mientras la apretaba contra su masculinidad, de la boca de la chica salió un suave jadeo, Matteo se inclinó capturando su montículo con su boca, el deseo explotó dentro de él, succionó y mordisqueó, mientras ella se restregaba contra su cuerpo. Al final sin aguantar un minuto más, la colocó de espaldas, le abrió un poco las piernas y se introdujo en su cavidad vaginal desde atrás, dónde comenzó con fieras embestidas hasta ambos llegar a la cúspide más alta del placer."

Volvió al presente, al escuchar la voz de la mujer, quien permaneció durante ese tiempo en completo silencio.

—Necesito verte, no estaré tranquila hasta tenerte frente a frente y decirte tantas cosas que quedaron pendiente entre nosotros —manifestó Helena, sin ocultar su desasosiego en su voz.

—Ya hablamos lo debido, no tengo más nada que decir, ya nuestro tiempo pasó —respondió con aparente frialdad, aunque en su interior era un cúmulo de emociones palpitantes—. Soy un hombre casado Helena, ya no estoy disponible para ti, por favor, no hagas esto más difícil para los dos, el tiempo pasado no podemos reponerlo.

—Por favor, Matteo, tengo derecho a verte a la cara, a que me escuches a viva voz, a cerrar este ciclo sin remordimientos, ni culpas, ni tuyas, ni mías, a qué sepas por qué las explicaciones llegaron a destiempo, por lo menos creo es mi derecho. Ambos nos lo merecemos por los años durante los cuales estuvimos juntos, y sobre todo yo, porque me juzgaste sin dejarme defender —declaró la chica, con una nota de nostalgia, recurriendo de esa manera a la conciencia de Matteo, quien se pasó la mano por la cabeza en un gesto de frustración y terminó cediendo.

—Está bien, nos veremos solo por unos minutos. ¿Dónde te encuentro? —preguntó sin poder evitar sentirse ansioso, mientras tomaba papel y lápiz para anotar.

—Estoy en el Place Roma, en la vía di Monte d’Oro, 30, Roma, RM, 186, cerca de la plaza Navona, estoy en la suite Máster —respondió la mujer.

—¿Podemos vernos en el restaurante? —preguntó con incomodidad, pues no se creía capaz de poder quedarse a solas con ella.

—Para lo que tenemos pendiente por hablar, prefiero estar en la comodidad de mi suite, te espero —indicó cortando la llamada.

Vio el papel en su mano y el porta retrato con la fotografía de su esposa, sintió su corazón encogerse, negó con la cabeza, y para tratar de aliviar su conciencia, la giró contra la mesa, pues tenía la impresión de que su mirada lo observaba de manera acusadora.

Se levantó, tomó el saco del traje, salió del despacho, se paró en el pasillo debatiéndose entre ir a ver a Gálata, a su hijo o acudir a la cita con Helena, sin embargo, sabía que si iba a la habitación de su hijo o a ver a Gálata, no podría salir de allí, por eso dio un vistazo más y se marchó de allí sin mirar atrás.

Tomó su camioneta, condujo en silencio a la dirección que dio Helena, no podía apartar de sí esa mezcla de inquietud y de remordimiento, trataba de desechar ese sentimiento, sin embargo, era imposible, estaban allí patentes.

Después de media hora, observó el hotel, se quedó cerca por un momento, dudaba entre entrar o no, al final decidió dar el paso de una vez por todas, como decía el dicho, al mal paso darle prisa. Al llegar a la entrada, le dio al parquero las llaves de su auto, y caminó al lobby, cuando se anunció, en información le permitieron la entrada y lo enviaron con un botones, al parecer Helena llamó dejando instrucciones para que lo dejaran subir.

Llegó al nivel donde estaban ubicadas las suites, el botones le indicó la que correspondía a Helena y se retiró, entretanto caminó con lentitud a la puerta, cuando alzó la mano para tocar el timbre, esta se abrió y apareció la mujer, por unos minutos se quedaron en silencio observándose, dio la impresión como si el tiempo se hubiera detenido y el mundo hubiera dejado de existir. Eran ellos dos solos, no existía más nadie.

—¡Matteo! —exclamó ella, mientras llevaba una mano a la boca y sus ojos comenzaban a anegarse de lágrimas.

—¡Helena! —fue su simple respuesta, mientras su cuerpo temblaba como las hojas de los árboles siendo batidas por el viento.

Matteo sentía en su interior una creciente emoción, la cual le recorría de pies a cabeza, su cuerpo cosquilló, y a pesar de desear con todas su fuerza abrazarla y besarla, se contuvo para no hacerlo, porque en su mente unos ojos grises lo miraban con reproche.

Justo en ese momento alguien tomaba fotografías de ese encuentro, sobre todo cuando la mujer sin poder dominarse, se arrojó en los brazos de él para abrazarlo. Matteo a pesar de las ganas que había tenido de verla, por varios segundos no correspondió al abrazo, si no que se mantuvo estático, solo sintiendo como ella lo abrazaba y se aferraba a su pecho, percibiendo una especial calidez en su corazón.

Al final colocó sus manos en la espalda y le regresó el abrazo, mientras suspiraba con emoción, ella lo tomó por la cintura y lo llevó caminando a la sala de la suite. 

—Por favor siéntate —mencionó señalando el sofá, mientras ella buscaba la manera de recomponerse, caminó al bar ubicado en uno de los extremos de la sala —¿Quieres tomar algo? —preguntó.

—Un whisky doble. Helena, no tengo mucho tiempo, dime ¿De qué querías hablarme? Por favor, hagámoslo rápido, conversemos de inmediato para poder regresar a mi casa —respondió con inquietud, porque era demasiado fuerte lucha que se estaba dando en su interior en ese momento y temía no salir vencedor.

—Solo quería verte, necesitaba hablar y dejarte claro mis razones para no haber regresado antes, quería aclarar frente a frente las cosas.

» Como te dije cuando conversamos por mensajes —comenzó a explicarse, mientras su mirada se perdía en los recuerdos—. Ese día cuando viste a Gerónimo besándome, fue él quien aprovechó mi distracción y me besó en contra de mi voluntad, por un momento me sorprendió su ataque, por eso me mantuve estática por unos segundos, cuando te escuché venir, lo empujé con fuerza, pero tú te habías girado y saliste corriendo, yo salí a buscarte y mi pie se dobló, terminé rodando por todas las escaleras, no solo con la imposibilidad de volver a caminar durante mucho tiempo, sino que también me golpeé fuertemente la cabeza y perdí la memoria. 

Con cada palabra pronunciada por Helena, Matteo se sintió no solo conmovido, si no también culpable, al imaginársela viviendo toda esa situación mientras él le daba la espalda, creyéndola traidora y rehaciendo su vida un par de semanas después de terminar esa relación con ella. El hombre no soportó su inquietud, se levantó del sofá y caminó hasta el bar para servirse otro trago.

—Eso no puede ser Helena, ¿Por qué nadie me dijo nada? —preguntó sin simular su angustia 

—Porque Gerónimo le hizo creer a mi familia, que tú y yo habíamos terminado nuestra relación hacía meses, porque te habías comportado muy mal conmigo y que en ese momento él era mi novio, por eso ellos no hicieron intentó de buscarte, ni llamarte.

» Sin embargo, tampoco su gran amor duró mucho, porque seis meses después, cuando le informaron mi imposibilidad de volver a caminar, huyó despavorido. Pasé mas de siete años de mi vida recuperándome, la memoria volvió hace un año, pero aún no caminaba, por eso no quise buscarte, no quería que te ataras a una mujer que probablemente nunca podría caminar —mencionó Helena conteniendo las lágrimas.

» Todo este tiempo, he vivido mis más terribles momentos y el último año, solo me sostuvo las inmensas ganas de volver a encontrarte y contarte lo sucedido, porque no fue solo el no poder recordar y no caminar, sino que ese mismo día en ese accidente, perdí también a nuestro hijo, porque estaba embarazada de seis semanas.

El rostro de dolor de Matteo fue evidente, por un momento se quedó estático, luchando con ese espiral de emociones agitadas en su interior.

—No puede ser verdad Helena ¡Dios! —exclamó sin poder contener ese sentimiento de culpa carcomiéndole en su interior—. No lo sabía Helena... —no pudo evitar salir un sollozo ahogado de su boca, respiró profundo para calmarse—. Te juro que de haber conocido tu situación habría corrido a tu lado, para apoyarte, cuidarte, nunca te hubiese dejado sola y las cosas habrían sucedido diferentes.

Las lágrimas comenzaron a rodar descontrolada por el rostro del hombre tenía mucho tiempo de no sentir, de no perturbarse con ninguna emoción, porque durante años mantuvo una coraza de hierro en su corazón, para no sufrir de nuevo por una traición y ahora todo había resultado una mentira, porque nunca hubo traición, ni engaño, y al final quién terminó fallándole a Helena fue él.

Al verlo de esa manera, ella se acercó y limpió sus lágrimas con ternura, al mismo tiempo él levantó sus manos y enjuagó las suyas, mientras le sostenía sus mejillas.

—¡Lo siento mucho Helena! Perdóname —sollozó sintiendo que le debía mucho a ella, porque mientras él rehacía su vida con otra mujer y se dedicaba a intentar hacer feliz y a olvidar al amor de su vida, ella estuvo sufriendo.

—Tranquilo mi amor, tú no sabías nada, tampoco tengo nada que perdonarte, no te guardo ningún rencor, ¿Por qué cómo se puede odiar a quien se ama? Y por ti Matteo, yo solo puedo sentir amor.

Él se quedó mirándola, conmovido por sus palabras y sin estar esperándolo, ella acortó la distancia entre ellos y unió sus labios con los suyos.

 

“¿Para qué evocar el pasado cuando el presente es mucho más seguro y el porvenir mucho más luminoso?”. Charlotte Bronte.

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