Juntas, pero Sin Ellos
Justo antes de la fiesta de compromiso, mi camerino se incendió de repente, causando una explosión, y haciendo que los vidrios que estallaron se incrustaran por todo mi cuerpo.
Mi amiga Crista Ocampo me cubrió como pudo, mientras huíamos de las llamas.
En el hospital, ella se quedó a mi lado mientras yo luchaba entre la vida y la muerte, y se encargó de llamar a mi prometido, Antonio Gamarra.
Al otro lado del teléfono, él contestó con total desinterés:
—Erika tiene dolor de estómago, la estoy acompañando mientras le ponen suero. Si no hay nada más urgente, hablamos luego —y colgó sin más.
Crista, enfurecida, soltó una sarta de improperios y llamó a su novio, Santiago Silva, para pedirle que buscara un especialista que pudiera salvarme.
—¡¿Podrías dejar de molestar, por favor?! ¡Erika está mal y estoy buscándole un especialista! —contestó Santiago.
Cuando regresé de la muerte y crucé miradas con Crista, le dije con voz firme:
—Quiero romper el compromiso.
Crista no vaciló ni un instante y respondió:
—Si tú lo rompes, yo también rompo el mío.
El resultado fue que aquellos dos hombres entraron en pánico.