El hogar que me mató
La hija adoptiva de papá se quedó encerrada por accidente en una bodega, por no más de diez minutos.
Entonces, él me amarró por completo y me metió a la fuerza en ese mismo cuarto. Incluso, tapó las ventanas y la ventilación con una toalla.
—Dado que, como hermana mayor, no cuidaste a tu hermanita, ahora te tocará sentir lo que ella pasó —dijo papá, sin el menor asomo de compasión.
Pero yo le tenía pánico a los espacios cerrados. En ese lugar pequeño y oscuro, apenas podía aguantar el miedo y rogar como una loca.
Sin embargo, lo único que recibí fue pura crueldad.
—Este castigo es para que aprendas. Piensa bien cómo debe actuar una hermana mayor —me soltó, antes de dejarme sola.
Cuando ya no entraba ni un rayo de luz, me entró la desesperación y empecé a retorcerme en la oscuridad.
Una semana después, papá por fin se acordó de mí y pensó que ya era suficiente.
—Espero que hayas aprendido. Si vuelves a hacer algo así, te irás de esta casa —dijo como si nada.
Pero lo que papá no sabía era que yo ya me había muerto en esa bodega…
Y mi cuerpo ya había empezado a pudrirse.