Ava Florence

Cuando mi solicitud de enlace mental fue ignorada por vigésima vez por mis padres, fui al Consejo de Hombres Lobo con el informe de corrosión por polvo de plata apretado entre mis manos. —Hola. Quisiera renunciar a mi identidad dentro de la manada. Con efecto inmediato. Diez minutos después, mis padres irrumpieron en la sala, arrastrando consigo a Elisa, mi hermana adoptiva, con el rostro descompuesto por la angustia. La puerta se abrió de golpe con un estruendo, y mi padre —un Beta— entró como una tromba, con los colmillos al descubierto y las garras temblando de rabia. —¡No eres más que una niña mimada que solo busca atención! ¡Deja esta actuación patética! ¡Eres una vergüenza para el nombre de un Beta! Mi madre, especialista forense de la manada, me arrancó de inmediato el informe de las manos. Tras una rápida mirada, soltó una risa helada. —¿Falsificaste este informe solo para llamar nuestra atención? Has sido una mentirosa desde que eras una cachorra. Elisa se aferró a ambos, con los ojos llenos de lágrimas, mientras sollozaba: —Lo siento, Jimena. Fue culpa mía por celebrar el ritual de transformación. Pero, por favor… no les mientas a nuestros padres solo para hacerlos sentir culpables. La sangre seguía brotando de mi nariz, pero la limpié con calma y me mantuve firme frente a los consejeros lobunos. —Hace mucho que no tengo una familia de verdad. Por favor, eliminen todos mis registros personales de la manada. Solo quiero que mi funeral, que está programado para dentro de tres días, no sufra ningún retraso.

Cuando decidí dejar al Alfa Jaime, hice tres cosas. Primero, tiré a la basura todos los regalos que me había dado. Segundo, doné en secreto la cabaña que él había construido para nuestra vida futura y rompí el vestido ceremonial hecho a medida para mí para el día de nuestra marcaje. Tercero, me fui al Territorio del Norte para proteger nuestra manada, rompí todos los lazos con ellos y me oculté en la tribu. Lo que él nunca supo fue que ya había planeado mi salida en silencio mientras él cazaba y pasaba varias noches en el Río de la Luna con Daniela, su amor de la infancia. Me convertí en la Luna ideal que él deseaba, comprensiva y tolerante. Luego, perdió el control y me preguntó: —¿Por qué no estás enojada? ¿Ya no me amas? Bajé la cabeza en silencio y anuncié mi decisión de irme después de leer los mensajes íntimos que Daniela me había enviado.

Cuando me vi rodeada por la manada de forasteros lejos de nuestro territorio, intenté contactar a mi pareja, Ricardo, mediante el enlace mental, suplicando ayuda. Sin embargo, él me rechazó quince veces, hasta que finalmente bloqueó el enlace por completo. Al final, me desplomé agotada y perdí el conocimiento, mientras mi loba aullaba desesperada. Cuando desperté en la enfermería, Santiago, el Comandante de la Manada de Hombres Lobo, estaba sentado en silencio a mi lado. Él fue quien recibió mi desesperada llamada mental. Dirigió a sus guerreros, aplastó a los forasteros y me salvó de las garras de la muerte. Al mirar sus ojos preocupados, ya no dudé más, respiré hondo y, con una determinación inquebrantable, dije: —Santiago, he tomado mi decisión. Me iré al Territorio del Norte para entrenar, partiré en dos días. Diez minutos después, Ricardo irrumpió en la habitación con Esperanza, su supuesta hermana adoptiva, y nuestros gemelos detrás. Pateó la puerta y me señaló, gritando con furia helada. —¿Montaste todo este espectáculo solo para opacar a Esperanza? ¿Te das cuenta de cuánta fuerza de los guerreros desperdiciaste, solo para alimentar tu vanidad? ¡No mereces ser una Luna! Mi hijo mayor, Cristóbal, me lanzó una mirada penetrante y se burló. —¿Dónde está la herida, mamá? Te ves perfectamente bien. ¿Fingiste todo esto solo para llamar la atención? Mi hijo menor, Diego, me miró con ojos llenos de decepción. Negó lentamente con la cabeza y susurró. —Mamá, ¿nos mentiste otra vez... solo porque queremos más a Esperanza? Esperanza se aferró a la mano de Ricardo. —Lo siento, Carmen... no volveré a celebrar mi cumpleaños. Por favor... deja de causarle problemas a Ricardo y a los gemelos. Apreté los puños e impedí que Santiago se levantara para defenderme. Los vi marcharse a a los cuatro, sin mirar atrás. Entonces, me volví hacia Santiago y, con gélida claridad, dije: —Esta vez, no tengo dudas ni arrepentimientos. Me iré contigo al Territo.

Mis hermanos trillizos alfa me encerraron en el sótano después de que mi hermanastra Elena me echara la culpa de haber matado a su loba por haberle dado un pastel de almendras. Habían cerrado la salida con cadenas de plata, y mi loba no paraba de aullar y de rogarles que me dejaran salir. Pero mis hermanos no quisieron escuchar. Diego, mi hermano mayor, me gruñó con rabia: —¡Maldita! Sabías muy bien que era alérgica a las nueces y, aun así, le diste ese pastel. ¿Sabes lo que pudo haberle pasado a su loba? ¡Te quedas aquí hasta que aprendas la lección! Sergio, mi segundo hermano, y Carlos, mi hermano menor, me atacaron, diciendo: —¡Eres horrible! Todavía te haces la víctima en vez de aceptar lo que hiciste. ¡Quédate ahí adentro, te lo mereces! Luego se convirtieron en lobos y se llevaron a Elena, que estaba temblando como una hoja, directo al hospital de la manada. Me quedé allí, respirando con dificultad mientras el aire cargado de partículas de plata llenaba mis pulmones. Mi loba lloraba en silencio, y yo sabía que no había escapatoria. Al final, me morí ahí mismo. Tres días pasaron antes de que recordaran mi existencia. Fue hasta que Elena regresó del hospital que vinieron por mí. Pero ya era demasiado tarde… Ya había muerto en aquel sótano de plata.

Nunca entregues tu corazón por completo. Nahia Anderson cree que tiene la vida arreglada y se encuentra lista para comenzar a vivir su “felices por siempre”. Recién graduada en Leyes con el mejor promedio de su generación, tiene al novio perfecto y la familia ideal. Todo marcha de maravilla hasta que descubre, el mismo día de su boda, que su esposo la traiciona con la persona menos pensada. Rota, destruida y con el corazón hecho pedazos, decide comenzar una venganza en contra del hombre que la llevó al cielo, para después hacerla caer en el infierno. Noah Ferguson es el abogado más astuto y el dueño del bufete Ferguson y Asociados. Quien, al enterarse de la desgracia de la nueva pasante, se compromete a hacer todo lo posible para hacer pagar al idiota que le amargó la existencia a la mujer que lo deslumbró desde el primer día que llegó, pero que era un sentimiento imposible. Ahora, es una mujer libre, pero complicada, solo quiere venganza. Pero Noah será pieza clave en todo el plan, porque su principal objetivo no es ganar el juicio, sino ganar su corazón. ¿Podrá el corazón traicionado de Nahia, volver a latir descontroladamente a causa del amor?

Brooke Turner es una ama de casa entregada y luchadora, excelente madre y terca como pocas. Su aparentemente perfecta vida da un giro inesperado cuando descubre que su marido la engaña con quien decía ser su mejor amiga. Su carácter fuerte y su resolución de no dejarse humillar, le permiten enfrentarse al hombre que dijo amarla por encima de todas las cosas y terminó haciéndole el peor daño de todos. Pero Brooke no estaba ciega, a pesar de que intentara fingir lo contrario, y cuando intentan jugarle una mala pasada, ella tiene cómo responder, porque no piensa dejarse vencer. Una nueva vida tiene por delante, con su hijo, sus nuevas responsabilidades y una intensa necesidad de demostrar su valía, su verdadero talento. Ella es una mujer independiente que no bajará la cabeza ante nadie, menos por un hombre. Alessandro Ferrara es considerado como un hombre despiadado e implacable, pero debajo de toda su mala actitud, hay un corazón roto y un ansia de venganza que lo mueve. ¿Su objetivo? Destruir por completo a las personas que lo dejaron en el vacío, en especial a la persona que le enseñó a amar, que lo llevó a lo más alto del cielo para después dejarlo caer en picada. Tras perder lo más valioso para él, su confianza ha sido reducida a cenizas, pero el destino se encargará de poner cada pieza en su lugar. Dos caminos diferentes, dos personas que aparentemente no tienen ningún vínculo aparente, emprenden un nuevo camino hacia sus objetivos, que los llevará a descubrir engaños, mentiras y secretos que de una u otra forma los vinculan.

Quando meu pedido de conexão mental foi ignorado pelos meus pais pela vigésima vez, fui até o Conselho dos Lobisomens, apertando nas mãos o relatório sobre a corrosão por poeira de prata. — Olá. Gostaria de renunciar à minha identidade na alcateia — com efeito imediato. Dez minutos depois, meus pais invadiram o local, arrastando minha irmã adotiva mais nova, Elsa, com eles, o pânico estampado em seus rostos. A porta se escancarou com um estrondo, e meu pai, um Beta, entrou como uma tempestade. Presas à mostra, garras tremendo. — Você não passa de uma pirralha mimada querendo atenção! Pare com essa palhaçada patética. Você é uma vergonha para o nome de um Beta! Minha mãe, especialista forense da alcateia, arrancou o relatório da minha mão assim que o viu. Após uma rápida olhada, soltou um riso frio. — Você forjou esse relatório só pra chamar nossa atenção? Desde filhote você é uma mentirosa. Elsa se agarrou aos dois, lágrimas nos olhos enquanto soluçava: — Me desculpa, Jennifer. A culpa é minha por ter feito o ritual de transformação. Mas por favor... não minta pros nossos pais só pra deixá-los com culpa! O sangue ainda escorria do meu nariz, mas eu o limpei com calma e voltei a me erguer diante dos conselheiros lobisomens. — Já faz muito tempo que não tenho uma família de verdade. Por favor — removam todos os meus registros pessoais da alcateia. Eu só não quero que meu funeral — marcado para daqui a três dias — sofra atraso.

Quando fui cercada pela alcateia de renegados longe do nosso território, conectei minha mente ao meu companheiro, o Alfa Luke, implorei por ajuda. Ele me recusou ajuda quinze vezes e, finalmente, bloqueou a conexão. Por fim, desmoronei de exaustão e perdi a consciência, enquanto minha loba uivava em desespero. Quando acordei na enfermaria, Alex, o comandante da Tribo dos Lobisomens, estava sentado silenciosamente ao meu lado. Foi ele quem atendeu meu apelo desesperado. Ele liderou seus guerreiros, derrotou os renegados e me salvou das garras da morte. Olhando em seus olhos preocupados, não hesitei mais. Respirei fundo e disse com resolução inabalável: — Alex, tomei minha decisão. Irei para o Território do Norte para treinamento. Partirei em 2 dias. Dez minutos depois, Luke irrompeu na sala com Kristy, sua suposta irmã adotiva, e nossos filhos gêmeos atrás dele. Antes que alguém pudesse falar, ele chutou a porta, apontou para mim e gritou com furiosa frieza: — Você armou esse espetáculo só para ofuscar Kristy? Você tem ideia de quanta força dos guerreiros foi desperdiçada só para alimentar sua vaidade? Você não é digna de ser uma Luna! Meu filho mais velho, Chris, me lançou um olhar penetrante e zombou: — Onde está o ferimento, mãe? Você parece perfeitamente bem. Fingiu isso só para chamar atenção? Meu filho mais novo, Collin, me encarou, olhos cheios de decepção. Ele balançou a cabeça lentamente e sussurrou: — Mãe, você mentiu para nós de novo... Só porque nos importamos mais com a Kristy? Kristy segurou a mão de Luke, sua voz tremendo com falsa inocência e lágrimas escorrendo pelas bochechas: — Desculpe, Christina... Não vou comemorar meu aniversário novamente. Por favor... Pare de causar problemas para Luke e os gêmeos. Cerrei os punhos, contive minha loba furiosa e impedi Alex de se levantar para me defender. Observei os quatro se virarem e saírem sem olhar para trás. Então, me virei para Alex e disse, com frieza e clareza: — Desta vez, não tenho hesitação, nem arrependimento. Estou indo embora. Vou com você para o Território do Norte. E não voltarei atrás nas minhas palavras.

Com seu aniversário de 23 anos chegando, Christopher não poderia mais fugir de seu destino como herdeiro do Trono do Império de Audelix: ele precisa se casar. Seria uma tarefa simples que se o príncipe tivesse uma namorada ou gostasse de alguém, mas com seu prazo acabando, ele sente que precisa resolver a situação de seu iminente matrimônio antes que seus pais tomem uma decisão por ele. Chris, num gesto de lúcidez com desespero, faz o impensável, pede a mão de sua melhor amiga e filha de um dos conselheiros do Imperador, em casamento. Ele conhece Mady desde a infância e eles são o confidente um do outro, mas será que esse relacionamento de amizade pode vir a se tornar o que importa: amor?

Ivy Lewis era uma editora de uma das maiores companhias de comunicação canadense, a Chankin News. Ficavam a cargo da jornalista que tipo de notícia entrava na casa de milhares de pessoas todos os dias. Sempre por trás das câmeras, aos 26 anos e completamente dedicada ao trabalho, profissionalmente ela é um exemplo a ser seguido em seu ramo. Entretanto, sua vida amorosa sempre ficava às traças pois ela achava que um relacionamento não é para si. Traumatizada por um último namoro horrível, quando era envolvida com uma babaca de marca maior, ela decidiu dar um tempo (sem data para acabar) de homens na sua vida, afinal, quem precisava de arrepios na pele, paixão ou amor para ser feliz? Ivy achava que ela estava fora desse time. Porém, desde quando o amor tem o mesmo calendário que o nosso? Um dia chuvoso qualquer reservará para Ivy uma surpresa, a descoberta de uma notícia inédita: o seu próprio romance! Como resistir ao furo de notícias que era Noah Schneider, um bilionário dono de sua própria montadora de carros de luxo, lindo e completamente disposto a conquista-la? Seria possível resistir a essa paixão?