CAPÍTULO 60.
—¿Piensas quedarte ahí parado o vas a entrar, Kael?
La voz de Thor suena rasposa, con ese tono grave que siempre tiene, aunque esta vez viene acompañada de una tos leve. Kael avanza y empuja la puerta de madera que ya estaba entreabierta. El interior huele a hierbas secas, madera quemada y algo más… sangre reciente, aunque disimulada.
—¿Cómo estás? —pregunta, cerrando la puerta tras él. Sus ojos recorren a Thor de pies a cabeza. El anciano lobo está sentado frente al fuego, envuelto en una manta de lana gruesa. Aunque su cuerpo sigue siendo fuerte, hay señales del último enfrentamiento que no puede ocultar: un vendaje en el abdomen, moretones en los brazos y una ligera rigidez al moverse.
—Mejor de lo que esperabas, seguro —responde Thor con una sonrisa torcida—. A los viejos nos cuesta caer.
Kael se acerca y se sienta en el sillón frente a él. El crepitar del fuego llena el silencio que se instala por un momento.
—Deberías estar descansando, no gruñendo.
—Y tú deberías estar menos te