Ya había pasado un mes desde la boda de Vanessa y Fabio, y la vida parecía asentarse en una rutina de calma y alegría para todos. Las risas y complicidades de aquel evento aún resonaban en la memoria de cada miembro de la familia Fernández y Montero, recordándoles que, después de tantas tormentas, la vida podía ofrecer momentos de paz y celebración genuina.
En aquel día, la familia Montero se trasladaba a Ciudad Segovia para acompañar a Isabella y Sebastián en la celebración de su boda. La comitiva incluía a la matriarca Susana Montero, firme y elegante como siempre; Catalina Montero, madre de Sienna, que irradiaba calidez y orgullo; Adam Montero, tío de Isabella y hermano de Sienna, quien había demostrado ser un guía y protector confiable; y Sofía, la joven sobrina que había encontrado en la familia Montero un lugar seguro y afectuoso. Este viaje no solo era una celebración de amor, sino también una consolidación de los lazos familiares que, aunque distantes por años, se habían rean