El amanecer en Ciudad Segovia se filtraba suavemente a través de las cortinas del lujoso cuarto de Isabella. Los rayos del sol iluminaban con delicadeza la habitación, reflejando el brillo de los pequeños detalles que sus estilistas habían colocado cuidadosamente: espejos ornamentales, perfumes elegantes y un vestido que parecía tejido con la luz misma. Hoy no era un día cualquiera. Hoy era la celebración de su boda con Sebastián, un día que había sido planeado en secreto con anticipación, lleno de sorpresas y amor, y que prometía ser inolvidable.
Isabella se sentó en la butaca central mientras sus diseñadoras y estilistas trabajaban con precisión y dedicación. Cada detalle debía ser perfecto: el peinado, el maquillaje, los accesorios y, por supuesto, el vestido que ella misma había elegido semanas atrás.
—Isa, este peinado resalta tus rasgos y va perfecto con el velo —dijo Clarissa, la estilista principal, mientras ajustaba delicadamente los rizos que caían con suavidad sobre sus h