Capitulo 122

Las luces del gran salón estaban ya apagadas. Solo algunas lámparas cálidas del pasillo quedaban encendidas, dibujando siluetas y sombras sobre el mármol y los ventanales rotos. La fiesta de compromiso se había transformado en un cuartel silencioso: equipos de seguridad, expertos en tecnología, asistentes de ambos grupos, todos de un lado a otro, en un esfuerzo frenético por entender lo que acababa de pasar.

Karina, sin embargo, había salido del epicentro. Caminaba por el jardín trasero, descalza, con los zapatos en la mano, mientras los restos de confeti mojado se pegaban al césped húmedo. Su vestido negro aún llevaba polvo de escombro. Tenía el maquillaje corrido, pero sus ojos, siempre vivos, seguían brillando.

Se sentó en una banca de piedra junto al invernadero. Allí, en la penumbra silenciosa, intentaba recuperar el aliento. Lo que había comenzado como una noche de celebración se había convertido en una pesadilla. No era la primera vez. Pero esta vez… esta vez dolía distinto.
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