Era ya casi la media noche, la celebración estaba en su punto más alto. Copas tintineaban, las risas flotaban entre las luces cálidas, y una música elegante acariciaba el ambiente con melodías que evocaban esperanza y un nuevo comienzo. Sebastián e Isabella brindaban, por primera vez en mucho tiempo, parecían haberse permitido respirar.
Vanessa y Fabio bromeaban cerca del buffet. Rayan conversaba animadamente con Isaac Mendoza, y Darío Jiménez servía una copa a Giorgio Sinclair mientras contaba una anécdota del pasado. Andrea Gallardo hablaba con Sienna y Armando Fernández, como si las décadas no se hubieran interpuesto jamás.
Isabella giró sobre sí misma, mirando a todos con una sonrisa que irradiaba luz. Fue entonces cuando lo vio, era extraño.
Un hombre, entre la multitud, con traje oscuro, gafas negras… sin copa, sin sonrisa. Inmóvil. No celebraba.
—¿Lo conoces? —susurró ella a Sebastián, acercándose detenidamente, y tomándole el brazo.
Sebastián entrecerró los ojos, y lo ob