Ya en el avión de regreso a Chile, mi corazón sigue rompiéndose en miles de pedazos, faltan unos cuarenta y cinco minutos para el despegue, así que llamo a Connor, porque es el único que me puede ayudar ahora.

“¡Primo! Supe que verías al amor de tu vida…

—Connor, necesito que me escuches, eres el único en quien confío ahora —lo interrumpo y escucho que se mueve un poco—.

“Dime, estoy solo, ¿pasó algo malo?

—Una loca en Chile está diciendo que soy el padre de su hijo, pero yo no he estado con nadie más luego de Aíne, sería muy estúpido meterme con otra si tengo lo más valioso ya en mi vida.

“Eso está mal… ojalá Aíne no se entere —suspiro y comienzo a llorar otra vez—. Estás jodido, ya lo supo.

—Sí, ella estaba escuchando cuando mi papá me estaba gritando… Connor, te lo juro, yo no he tenido nada con nadie, ¿cómo podría hacerlo? Ella es mi vida y lo peor de todo es que nadie me cree… ni siquiera ella.

“Yo te creo, dime qué quieres que haga.

—Cuídala, necesito que estés pendiente de ella