Abro los ojos y me encuentro con la escena más bella de toda mi vida, Aíne está con su cabeza en mi pecho, durmiendo tranquila con su brazo cruzando por mi vientre. Miro el techo sonriendo y suspiro dichoso de tenerla así.

A lo lejos escucho la alarma de mi teléfono, me remuevo con cuidado y salgo de la cama, cruzo a mi habitación para callar el teléfono y veo un par de llamadas de mi tía, son de anoche.

Pero lo cierto es que entre la tormenta y hacer el amor con Aíne, no me preocupé de nada. Abro los mensajes que tengo de ella y le respondo que todo va bien, que no escuché el teléfono porque nos fuimos a la sala para conversar mientras se pasaba.

Me responde de inmediato, diciendo que en dos horas se vendrá de regreso y que me agradece el cuidar de su sobrina.

—Ay tía, si supiera lo bien que la cuidé.

Dejo el teléfono en la cama, me voy al baño para darme una ducha. La verdad es que quitarme el sudor y su olor es un pecado, porque es el mejor testigo de la noche que pasamos, pero nec