XXXVIII Desesperación

El consejo era la instancia que durante milenios había velado por el cumplimiento de las leyes y la buena convivencia de las manadas. Estaba formado por los más sabios y experimentados lobos, que cumplían el rol de jueces y jurados. No eran verdugos, pero tenían a quien desempeñara la ingrata labor.

El consejo había removido de su puesto al antiguo alfa e instalado en su lugar al actual.

Alana quería saber de qué podrían acusar a Damián y cuál sería el castigo. Temía sobre todo por la seguridad de su hijo. Impotente, se quedó esperando mientras sus suegros conversaban en privado.

—Azalea está muerta. ¿Lo sabías? —preguntó Ada, la madre de Damián.

—No. Dejé de buscarla cuando me casé contigo, fue lo que te prometí —le recordó Frank.

—Dejaste de buscarla, pero no de amarla. Y ahora nuestro hijo está involucrado con su hija, es casi una burla del destino. El destino siempre encuentra una forma de llevar a cabo sus designios, eso decía mi abuela.

—El destino es lo que menos me importa
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