La noche fue transcurriendo mientras mi lobo alfa me cuidaba, para que nadie pudiera estar siquiera cerca de mi con malas intenciones. Mark durmió a mi lado, las pocas horas que nos quedaban de sueño.
La luz del sol se filtró por la ventana y me despertó, haciendo que frotara mi frente por el calor.
—Buenos días. —le dije a Mark, al ver que también abría los ojos.
Recién levantado se veía todavía más guapo, con el cabello desaliñado y unas ojeras oscuras que lo hacían ver más misterioso. Me miró con atención, pude notar en sus ojos que todavía no se acostumbraba a mi presencia.
—Buen día, Sara. —respondió a secas.
No era amable, el amor se había ido con la noche, sin que pudiera aferrarme a ese recuerdo. Busqué quedarme en silencio para no caer en la locura, otra vez esa sensación de que me odiaba. Quería volver de nuevo a casa.
Adren ingresó en el cuarto con una orden en la mano.
—Vas a volverte loco cuando escuches esto. —dijo él, mirando con preocupación a su hermano.
Mark prestó a