Michael observó desde la distancia a Natasha, se veía realmente hermosa, enfundada en ese vestido rojo pasión. Suspiró sin poder evitarlo y su corazón martilló fuerte dentro de su pecho. ¡Estaba enamorado y feliz! Los últimos días en compañía de la mujer amada y de su hija habían sanado los años de ausencia y no cambiaría por nada del mundo lo que tenía ahora.
—¡Es hermosa! ¡Una verdadera princesa! —suspiró Emma al ver a su madre moverse con la elegancia y el porte de una reina por los salones del Museo.
—Es lo más hermoso que mis ojos han visto mi pequeña Campanita —convino Michael embobado.
Emma ahogó una pequeña y traviesa risita detrás de sus manos.
—¡Pero eres lento papi! —exclamó la pequeña mientras le hacía una seña a Michae