Michael entró a la oficina a la espera de Ryan, su abogado y mejor amigo, estaba de camino para llevarle los documentos del divorcio. Él contaba los minutos y segundos que le faltaban para ser un hombre completamente libre y proponerle matrimonio a Natasha, como debía ser. Como tuvo que ser desde el principio.
—Michael —dijo Ryan a modo de saludo. Le extendió la mano y Michael la estrechó.
—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó, invitándole a Ryan a tomar asiento.
—Todo listo, no tienes que preocuparte. En el colegio de Emma y en la Galería se ha montado guardia. He contratado casi media agencia para tu tranquilidad y seguridad de tu familia —le dijo.
Pero aquellas palabras estaban lejos de tranquilizar a Michael, a la luz del día el peligro se sentía más denso que ayer.
—No estaré tranquilo, Ryan. Richard no es u