Daniel levantó la mirada. A pesar del gentío, sus ojos encontraron al instante la mesa donde estaban Silvia y Lucía. Varios hombres se acercaban a ellas con malas intenciones. Una expresión fría se apoderó de los ojos del hombre distinguido.
…
El incidente con Silvia y Lucía había llamado la atención de los clientes en las mesas cercanas, pero nadie se atrevió a intervenir. Los hombres eran conocidos matones del barrio, y nadie quería meterse en problemas.
El líder, un hombre corpulento con una cicatriz en la cara —"Cicatriz"—, las miraba con lujuria. Con una sonrisa burlona, dijo: — Señoritas, mejor no se hagan las difíciles. Pregúntenle a cualquiera por mi nombre, "Cicatriz". Si se vienen conmigo, les irá bien.
Mientras hablaba, extendió la mano para tocar el rostro de Silvia.
Los ojos de Silvia se entrecerraron. Con un movimiento rápido y preciso, agarró la muñeca de Cicatriz con una fuerza sorprendente.
Cicatriz, un hombre de casi dos metros de altura, se quedó inmóvil del