—También baila muy bien usted.
—¿Dónde está Vivian?
—Como no se sentía bien, la llevé arriba. Pensaba traerla cuando comenzara la fiesta, pero se quedó dormida, así que bajé sola —y justo después ocurrió el incidente anterior.
La cara de Daniel mostró preocupación.
—Vivi... pensé que ya había superado sus temores.
—Había estado estable, pero quizás hoy había demasiada gente y se puso nerviosa —Silvia sabía que Vivian era extremadamente sensible ahora.
Daniel miró la coronilla de su cabeza, sus densas pestañas parpadeando.
—Me encantó tu regalo.
También le alegraba ver que Silvia llevaba la pulsera que él le había regalado.
—Ya lo habías dicho.
—Pero quería repetirlo.
Al terminar el baile, cuando bajaron de la pista tomados de la mano, las mujeres seguían mirándola fijamente, como si hubiera robado el marido de alguien.
Sonrió con indiferencia. Cuando alguien le quitó a su esposo, nadie miró a esa persona con tales ojos; al contrario, la consideraron a ella una malagradecida.
Ante el di