Vivian lloraba mientras se aferraba al brazo de Silvia con fuerza, como si solo así pudiera sentirse segura.
Silvia dejó que se apoyara en ella, preguntándose qué experiencias podría haber vivido Vivian para tener una falta de seguridad tan profunda.
—Estoy aquí, no tengas miedo. Siempre estaré aquí —susurró con suavidad.
Poco a poco, Vivian se fue calmando. Seguía agarrada al brazo de Silvia, pero ahora sus ojos recorrían el entorno con inquietud.
Fabiola tomó un sorbo de café y miró la hora.
—Señorita Somoza, se está haciendo tarde. Las llevaré de regreso.
—Bien, gracias profesora.
Silvia ayudó a Vivian a subir al auto de Fabiola y pronto llegaron al edificio de apartamentos.
Antes de irse, Fabiola le dijo:
—Señorita Somoza, un colega mío regresará pronto al país. Es un psicólogo con más experiencia que yo. Le hablaré de ti, y es probable que se ponga en contacto contigo.
—Gracias, profesora —respondió Silvia con sinceridad.
La puerta del coche se cerró, pero antes de que Silvia pudi