Knut sintió un tierno cosquilleo en el pecho cuando Astrid se aferró a la punta de la manga de su traje, como si no quisiera soltarlo nunca. Ojalá pudiera ir a buscar a Marit y sacudirla hasta probarlo a su esposa y que entendiera que él era inocente, pero su corazón se rompía al pensar en dejar a Astrid, peor cuando estaba llorando de esa manera.
Astrid logró calmar su corazón agitado en el cálido abrazo de Knut y escondió la tristeza en sus ojos. Mientras sentía el suave balanceo del automóvil sobre la carretera.
—¡No hay nadie llorando aquí! ¡O quizás seas tú!—Se separó de él y canturreó. Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, pero su voz era suave como la seda. Parecía una niña traviesa que buscaba consuelo, y Knut se rió como un tonto.
Astrid era una esposa adorable y una enemiga temible cuando se ponía caprichosa. Knut no podía resistirse a su encanto, por lo que en su interior, en su mente le suplicó con voz ronca: "Por favor, no me mires así, o... o me voy a enamorar d