Capítulo 82
Ella apoyó la cabeza en el brazo de su esposo, que le servía de almohada más suave y cálida que cualquier otra. Él la estrechó entre sus brazos, sintiendo su respiración tranquila y su cabello sedoso.

—No te soltaré, mi amor. Te lo prometo —susurró él, besando su frente.

Se sentía feliz de poder abrazar a su esposa así, sin malicia ni vergüenza, solo con ternura y cariño.

Pero también sentía curiosidad por probar algo que había visto en un mensaje de su amigo en el grupo de W******p. Algo que supuestamente hacía que las mujeres se derritieran de amor.

Así que, con una voz suave y melosa, le dijo al oído:

—Esposa...

Ella no contestó. Parecía dormida.

Él insistió, imitando el tono de un demonio travieso de una serie de televisión:

—Cariñito...

Ella siguió sin responder.

Él se armó de valor y soltó la frase que su amigo le había recomendado:

—¿Amor de mi vida?

Ella abrió los ojos de golpe, sorprendida y confundida. ¿Qué le estaba diciendo? ¿Se había contagiado de alguna enfermedad después
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