Abel Zapata desde niño acrecentó un profundo rencor hacia todos los miembros de la familia Duque, infundado por su amada madrina. Esperó por años para regresar a su natal Colombia, y hacer justicia; sin imaginar que al volver, quedaría prendando por una chiquilla irreverente, una mujer de carácter fuerte a pesar de su corta edad. Se enamoró de ella, sin saber que era la hija de su peor enemigo. María Luisa Duque, no nació para ser humillada, ni maltratada por ningún hombre, a sus veintidós años, es una mujer de carácter fuerte, segura de sí misma, sin preocupaciones, toda su vida ha estado llena de lujo y confort. Hasta que el diablo, apelativo con el que apodan a Abel, se cruza en su camino, por primera vez sintió una fuerte atracción por aquel hombre de mirada profunda, y sonrisa ladina. Se enamoró de él, y a los pocos meses de conocerlo, se casaron, pero ella no imaginó que aquella boda, era parte de la venganza de él. El mundo perfecto de María Luisa se derrumba al descubrir la dolorosa verdad. Se tendrá que enfrentar a dolorosos momentos que marcaran su vida. Abel no se resignará a haberla perdido, y agotará todos sus recursos para tenerla de nuevo a su lado. ¿Lo conseguirá? ¿Será más fuerte el amor limpio que una vez existió, que la maldad, las mentiras, y las intrigas que los rodean? ¿Podrá Malú recomponer su vida, su corazón, y perdonar el engaño? Obra registrada en Safe Creative con No. 2210132317008 Registrada en el Instituto de Propiedad Intelectual de Ecuador, por lo tanto, queda prohibida la distribución total o parcial de este libro, sin el permiso de la autora. ©Angellyna Merida. 13/10/2022
Ler mais«Abel se casó contigo solo por venganza»
Aquella frase retumbaba en la mente de María Luisa Duque. Caminaba en medio de los grandes árboles que rodeaban su hacienda: La Momposina, percibiendo su corazón destrozado en miles de pedazos.
Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, de un momento a otro, su mundo se derrumbó con aquel terrible descubrimiento. A sus veintidós años, creía tener una vida perfecta, sin más preocupaciones que colaborar con sus padres en los negocios familiares. Había crecido, llena de lujos, comodidades, y sobre todo mucho amor; pero lo que ahora estaba viviendo, parecía una pesadilla. Se detuvo y se aferró al tronco de un árbol, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor.
—Ahora lo comprendo todo —susurró apretando los ojos—, la roya en los cafetales de mi hacienda, el daño de las máquinas en la fábrica, todos los intentos por dañar la imagen de mi familia —resopló—, estabas detrás de eso Abel. ¿Por qué? —se cuestionó percibiendo en su pecho un profundo dolor.
—Fui sincera contigo, te amé sin condiciones, desde que te vi me enamoré, como jamás antes lo había hecho —musitó temblando abrazándose así misma, mientras rompía en llanto—, me mentiste, ahora entiendo tu frialdad después de la boda, las pocas veces que hicimos el amor, todas las noches que no llegabas a casa a dormir, tus coqueteos con la estúpida de Leticia —gruñó—, pero no más Abel Zapata, en este momento me vas a confesar en la cara todo lo que hiciste —rugió sintiendo su respiración agitada.
Antes de enfrentar a su marido, se dejó caer sobre el pasto, se abrazó a sus piernas y desahogó todo su llanto.
—No me vas a vencer —repetía abrazada a sus rodillas, balanceándose—, voy a lograr que los negocios de mi familia, vuelvan a ser los de antes, no nos vas a derrotar, tu odio, no será más poderoso —sentenció.
****
Abel desde el vidrio de la camioneta observaba la vegetación de aquella carretera. Iba acompañado de su mejor amigo Eduardo. A sus treinta y dos años, ambos habían fundado la constructora: Zapata y Asociados.
Viajaban sin decirse nada. Tan solo la melodía: «Quien by Pablo Alborán» acompañaba la travesía.
«De tu corazón con mi corazón. De mis manos temblorosas arañando el colchón. Quién va a quererme soportar, y entender mi mal humor. Si te digo la verdad no quiero verme solo»
Aquel verso de la canción se coló en las fibras más íntimas del corazón de Abel, liberó un largo suspiro, pensando en su esposa.
—¿Por qué tan distraído? —cuestionó Eduardo, girando levemente para verlo.
Abel traía el cabello enmarañado, el semblante descompuesto.
—Malú me ha dejado, y se ha regresado a la Momposina —explicó con la voz temblorosa, percibiendo su pecho arder—, la extraño, tanto —aseveró.
Eduardo elevó una de sus cejas.
—¿Por qué se ha ido? —indagó el hombre de cabello castaño y ojos azules.
Abel deslizó sus dedos por sus espesos mechones.
—Se ha cansado de mí, de mi frialdad, de mi falta de atención —explicó resoplando.
—Te dije que esa absurda venganza, te arrastraría a ti también —declaró Eduardo enfocando su mirada en la carretera.
Abel ladeó la cabeza.
—¡No quiero perderla! —exclamó percibiendo el temblor de su corazón—. La amo, demasiado.
—Entonces ve y dile la verdad, habla con ella, confiésale todo, espero te entienda. —Frunció los labios.
Abel se quedó pensativo, un escalofrío le recorrió la medula espinal.
«¿Será Malú capaz de perdonarme?» se cuestionó mentalmente, sintiendo como su piel se erizaba del temor de perderla para siempre.
Luego de revisar el estado de aquella carretera, en la cual pensaban dar mantenimiento, regresó a su oficina.
Deambulaba de un lugar a otro, caminando por la oficina. Su oscura y profunda mirada se reflejó en uno de los espejos, varios mechones de su espesa cabellera negra caían por su frente.
Su corazón retumbaba con violencia, durante meses se había debatido entre el amor y el odio, pero lo que verdaderamente sentía por María Luisa, su esposa, rebasaba su resentimiento.
—Voy a confesarte toda la verdad, no puedo seguir así —susurró—, cada vez que te lastimo, se me parte el alma —murmuró y la barbilla le tembló—. No soporto ver tu cara triste, ni tu mirada llena de melancolía, quiero que vuelvas a ser la chica irreverente de quién me enamoré —expuso mientras entrelazaba sus manos con nerviosismo.
Abel se sentó en un mullido sillón.
—Solo espero que puedas entenderme, y no termines odiándome, no lo soportaría, mi vida sin ti, no tiene sentido. —Una lágrima solitaria rodó por sus mejillas. Percibía una opresión en el pecho que no lo dejaba tranquilo.
Abel ansiaba hablar con la verdad, sin imaginar que alguien de su absoluta confianza se le había adelantado.
****
María Luisa llegó a casa y lo primero que hizo fue subir en zancadas las escaleras, y entrar a su alcoba, empezó a sacar todas las cosas de su esposo, buscando las pruebas de su engaño.
Entre una de las gavetas, encontró un antiguo cofre de madera, estaba con candado, pero se dio los modos de romper aquella seguridad.
Su azulada mirada se llenó de horror al ver lo que encontró ahí. Fotografías de Abel con aquella mujer que tanto año le había hecho a su familia, el corazón de Malú terminó por romperse, no había dudas, él y esa mujer orquestaron todo.
Luego encontró una carta, la abrió y leyó:
“Abel mi niño, jamás olvides la promesa que me hiciste, haz justicia, recupera la hacienda la Momposina, destruye a esa familia, solo así podré descansar en paz”
Malú apretó aquella hoja con fuerza.
—¡Esta mujer! —balbuceó enfocando sus azules en ojos en esa imagen. —¡Es ella! ¡Lo que hizo casi destruyó a mi familia una vez! ¡Y casi destruye a mi padre! ¡Y ahora viene a destruirme! ¡Ella estaba confabulada con Abel, Abel con ella, Abel era su sabueso... ¡No!
A Malú le dolía tanto el corazón que no podía respirar, el hombre con el que había compartido su cama, el hombre que había dicho que la amaba, en realidad la había conspirado con otra mujer, ¡durante todos esos años!
—¿Por qué tanto odio? —bramó sin poder contener el llanto—. Fuiste tú m@ldita bruja la que arruinaste la vida de todos, ojalá estés ardiendo en el infierno —musitó apretando la mandíbula.
En eso el fuerte azotón de la puerta de la casa la sobresaltó. Abel había llegado, y era el momento de encararlo y terminar de descubrir aquella dolorosa verdad.
***
Abel parpadeó inhaló aquel aroma a gardenias tan característico de su mujer. De pronto su vista se clavó en el bolso de ella, el corazón le bramó.
—Malú, cariño —gritó con suavidad. —¿Has vuelto? ¿Estás en casa? —indagó, empezó a subir las escaleras, guardando una leve esperanza en su interior.
Ella no respondió nada, pero a medida que escuchaba los pasos de él, subiendo por las escaleras, el corazón le rugía con fuerza.
Cuando Abel entró a la alcoba, la sangre se le congeló. Observó todo aquel desastre, la mirada acuosa de su mujer, lo alertó. El semblante de ella, era distinto, estaba pálida, sus azules ojos se veían apagados, rojos, su castaño cabello estaba enmarañado.
—¿Qué ha pasado aquí? —indagó Abel con la voz temblorosa.
Malú le dio un vistazo. Abel notó que ella lo veía con decepción.
—¿No se nota? —rugió. —¿Qué secretos, ocultas?
***
Queridos lectores empezamos un nuevo libro, y espero lo disfruten y dejen sus comentarios y reseñas.
Debo advertirles que este libro tendrá escenas eróticas, si son sensibles a ese tipo de contenido, quedan advertidas, aunque no será explícito.
Esta historia forma parte de la Saga familia Duque, pero no necesitan leer ningún libro anterior para entender este. Así que bienvenidas.
Cuando entraron al comedor observaron como María Paz y Joaquín alimentaban a los mellizos. Les daban de comer su papilla, los bebés tenían alrededor de siete meses. Balbuceaban y agitaban sus manitas. Abel y Eduardo se observaban entre ellos, apretaban los labios para no carcajear, entonces se acercaron para junto con sus esposas alimentar a sus hijos. —¿Ocurre algo? —cuestionó Joaquín al ver que todos se observaban entre ellos, y aguantaban la risa. —Nos acordamos de un chiste, muy gracioso —dijo Malú apretando los labios—, creo que estos bebés necesitan un cambio de pañal. —Miró a Abel con ojos de reproche, pues hacía un esfuerzo para controlar su risa. —Vamos Eduardo —propuso Mafer, pues su esposo era otro que no podía aguantarse más. Media hora después la cena estaba servida, y todos los miembros de la familia, fueron ocupando sus lugares, los siete se miraban entre ellos, y presionaban los labios. Malú pateó a uno de sus hermanos que susurraba bajito: I want to be free
Al día siguiente la puerta de la habitación de Malú se abrió con lentitud. Abel dormía junto a su esposa, y tenía a uno de los bebés, abrazado a su pecho. Malú, tenía sobre su brazo a su niña, también dormía. Mafer observó con ternura aquel maravilloso cuadro. —Buenos días —carraspeó. Ellos no lo escucharon; sin embargo, el llanto del pequeño Thiago, despertó a sus primos, y a su hermana. Malú abrió los ojos, se sobresaltó pensó que era uno de sus bebés. Frunció el ceño al darse cuenta de que el llanto provenía de otro lado, entonces giró, frunció los labios, la herida le dolía; sin embargo, al ver a su hermana, la mirada se le iluminó. —¡Mafer! —exclamó. María Fernanda había convencido a Eduardo de llevarla a visitar a su hermana, por la herida de la cesárea, lo más conveniente fue trasladarla en silla de ruedas. —Vine a presentarte a tus sobrinos —comentó sonriente—, y a conocer a los míos. Malú esbozó una amplia sonrisa. Abel abrió los ojos al escuchar el llanto de su hijo,
Instantes después Abel y Eduardo salieron del quirófano, se encontraron en el pasillo, y se estrecharon en un fuerte abrazo. —Ya somos papás —dijo Abel. —Aún no lo puedo creer —expresó carraspeando Eduardo—, estoy tan conmovido. ¿Cómo está Malú, y los bebés? —Todo salió de maravilla, mis bebés son preciosos —dijo Abel con la mirada iluminada—. ¿Cómo está Mafer? ¿Nacieron bien los niños? —Todo bien, Mafer y mis hijos están muy sanos, tienes que conocerlos, son preciosos. —Me muero por conocer a mis sobrinos, salieron preciosos por Mafer —respondió Abel, bromeando—, pero antes vamos a avisarles a la familia —sugirió. **** En las sala de espera tanto los padres de las chicas como los de Abel, esperaban con impaciencia. Majo mantenía pegada su cabeza en el pecho de Sebastián. —Fue horrible, yo no quiero saber nada de bebés, eso no es de humanos —expresó—. ¿Cómo puedes sacar un bebé, por un pequeño orificio? —Negó con la cabeza. Sebastián carcajeó al escucharla, y la abrazó.
Malú fue llevada al quirófano. El médico se acercó a Mafer: —También vamos a preparar el quirófano, ninguno de los bebés, está en posición de nacer, además rompiste membranas y no podemos esperar que alguno sé de la vuelta, sería peligroso. —Pero ¿los bebés se encuentran bien? —indagó Eduardo sintiendo su pecho agitado. —Están perfectos, por eso haremos la cesárea para evitar complicaciones, tranquilos. Eduardo besó la frente de Mafer. —Todo estará bien, cariño, en pocas horas los conoceremos. **** En la una sala de quirófano, Eduardo sostenía la mano de su esposa, mientras el médico empezaba la cirugía. —Todo estará bien, cariño —le decía, le acariciaba la mejilla, mientras intentaba mostrarse tranquilo, pero lo cierto era que por dentro era un manojo de nervios. Entonces rememoró el camino recorrido para llegar a ese instante. Recordó como había refunfuñado cuando Abel le propuso realizar nuevos proyectos en Sudamérica. Se había negado rotundamente, sin imaginar que
Majo había reaccionado, pero no era de gran ayuda, estaba sentada pálida sin saber qué hacer. Respiraba en una bolsa de papel. —Inhala y exhala —le decía Malú a Mafer, mientras tomaba el tiempo de las contracciones de su hermana y las de ella—, las tuyas son cada veinte minutos —expresó—, tenemos tiempo, tranquila, llegaremos al hospital. —Tengo miedo —dijo Mafer y observó a su hermana con el rostro lleno de lágrimas. —Yo también siento lo mismo, pero recuerda quién nos cuida, todo va a salir bien. —Apretó su mano—, en unas horas conoceremos a nuestros bebés. —Sonrió. Mafer limpió sus lágrimas, también sonrió. Majo apenas reaccionó y llamó a avisarles a sus padres. —Necesito una ambulancia, creo que me voy a desmayar otra vez —expresó, y al ver como sus hermanas se quejaban, negó con la cabeza—, en definitiva, le diré a mi papá que le haga la vasectomía a Sebas. ¡Caso cerrado!Mafer y Malú a pesar del dolor, no pudieron evitar reír al escucharla. Unos minutos después la puerta
Semanas después. Las habitaciones de los bebés de ambas parejas estaban listas. La de los mellizos: Thiago y Mariluz fue decorada en tonos blancos; las cunas eran de ese color; sin embargo, el tul que las adornaba era azul para el niño y rosado para la niña. En las paredes colgaban varios cuadros y adornos infantiles, Mafer pidió un sillón reposet para estar con sus bebés, y una mecedora que hacía juego con la habitación. En una esquina estaba una repisa con las cosas necesarias para el aseo de los niños, también había varias repisas en las paredes con juguetes y peluches. Por otro lado, la habitación de Joaquín Jr y Juliana, tenían dos cunas una rosa, y otra celeste con su respectivo tul, las paredes fueron tapizadas con diseños para bebés, en uno de los muros Malú y Abel pidieron que les pintaran un paisaje con un arcoíris. También pidió una mecedora, se iba a llevar el sillón reposet del apartamento a rayito de luna, había un estante con las cosas de los bebés, una alfombra co
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