Byron
Oscuridad. Eso era todo lo que había percibido durante una cantidad indefinida de tiempo. Los recuerdos no venían a mí, pero sabía que existía, que yo era algo o alguien. Luego llegaron los sonidos, las sensaciones físicas y la noción de tener un cuerpo. Dolor. Luego vino el dolor. La cabeza, el pecho, las piernas y la columna vertebral. Todo dolía con una intensidad que, por momentos, me desconectaba de la realidad. Pero luego resurgía y me encontraba cara a cara con aquel sufrimiento incesante que se prolongaba cada vez más. En esos instantes, clamaba por la seguridad de la inconsciencia y de la ignorancia. Los recuerdos venían a mí como destellos, y un nombre se destacaba entre ellos.
Lilly.
Otra mujer misteriosa también asomaba entre mis recuerdos, pero no lograba darle un nombre. Todo estaba a oscuras en aquel club nocturno al que me adentré con mis amigos para celebrar mi cumpleaños número veintiuno. Estaba eufórico por alcanzar la mayoría de edad y no pensé en las consecu