Lyra se siente abandonada por su distante marido, Landon Russell, el cual nunca tiene atención para ella, pero sí para Karime, una hermosa actriz que se dice que fue su pareja y su primer amor. Luego perder su primer , decide que nunca más tendrá un hijo de él, así que tras un encuentro toma la pastilla anticonceptiva, causando que él enfurezca. Landon la obliga a no tomarla más y la hace suya durante meses, en los cuales ella no queda . Sin embargo, Karime anuncia que está esperando un hijo él. Esta es la gota que derrama el vaso y decide solicitar el divorcio, pero su marido no está dispuesto a dejarla ir. —¡Quiero el divorcio! —¡¿Divorcio?! —grita él—. ¡Ni lo sueñes!
Leer másLyra
Miré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.
«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».
—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?
—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.
—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.
—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.
El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que al menos el bebé no tendría que enfrentar el desprecio que su padre sentía por mí. Mi pequeño no tendría que ver mi sufrimiento en este matrimonio tan frío como el hielo.
Pero dolía demasiado.
—Por favor, no le informen a mi esposo sobre esto —supliqué—. No tiene caso.
—Está bien, señora —asintió el comprensivo doctor—. Esto solo quedará entre usted y yo.
—Quiero... un día más —le dije—. No estoy lista aún para el procedimiento.
Mi mano se cerró más en torno a la tela de mi blusa, como si eso pudiera salvar a mi hijo de su muerte inminente. ¿Por qué tenía que vivir esta situación tan desgraciada? ¿Qué había hecho para merecer una vida tan carente de amor?
—De acuerdo, pero no puede tardarse mucho. Estamos llegando al límite de semanas.
Asentí, aunque ya no lo escuchaba del todo. Quería quedarme sola para dejar escapar el llanto que luchaba por salir. No solo estaba destruida, sino que también me sentía sola. No tenía a quién llamar, ni un esposo que pudiera vivir este duelo conmigo.
Y mi bebé, lo único que tenía, tendría que irse para siempre de mi lado.
—La dejo sola un momento —dijo el doctor al entender lo que necesitaba.
Cuando por fin se marchó, llevé ambas manos a mi rostro y comencé a llorar con fuerza. Estaba rota por dentro, harta de toda mi vida, sobre todo del hombre que había amado durante estos últimos dos años de matrimonio. Yo no había hecho lo que otras mujeres hacían para conquistarlo; su presencia me inhibía. Pero siempre tuve la esperanza de que, al demostrarle mi amor y siendo una esposa paciente, podría conquistar su corazón.
Estaba claro que su amor siempre sería de esa mujer con la que estuvo antes de mí, aquella hermosa actriz que tantas veces lo buscaba. Él nunca me había dicho que la amaba, pero sus acciones hablaban por él. Cada vez que ella lo llamaba, él salía corriendo a verla y se ausentaba muchos días.
Yo estaba sola en esto, no podía decírselo. No iba a soportar su cruel reproche, que me dijera que había matado a nuestro hijo o que me había embarazado para retenerlo.
—Lo siento mucho, bebé —le dije a mi retoño—. Lamento no poder protegerte.
Seguí acariciando mi vientre con ternura, esperando que algún día él o ella pudiera perdonarme. Los estudios habían confirmado que este bebé no era viable, que estaba destinado a sufrir, así que, por amor, tenía que hacer este sacrificio.
—Señora Russell, ¿se encuentra mejor?
—Sí —le mentí mientras me ponía en pie—. Me encuentro mejor. Mañana vendré para que me realicen el procedimiento.
—¿Quiere firmar el papeleo de una vez?
—De acuerdo.
Sin pensarlo demasiado, firmé todo lo que el médico ponía ante mí. La culpa me estaba volviendo loca, pero lo hice lo más rápido posible y salí con paso apresurado del consultorio.
Al llegar al auto con el chófer, me derrumbé por completo. No me importaba que me viera; él era incluso más frío que mi esposo y no le interesaba mi existencia, salvo para llevarme a casa o a otros lugares que le indicara.
—Necesito ir a casa —le indiqué.
El chófer encendió el auto y finalmente nos fuimos del hospital. Alejarme no cambiaba mi realidad, pero necesitaba estar en mi habitación.
—¿Está mi esposo en casa? —pregunté a Sofía, el ama de llaves, cuando llegué.
—No, señorita —negó con la cabeza—. Él no ha llegado.
—Qué novedad —dije con ironía—. No sé para qué pregunto.
—Señora, ¿le pasa algo? —indagó preocupada—. Está muy pálida.
—Me hicieron estudios de sangre; ya sabes que odio las agujas —sonreí levemente—. No te preocupes.
—Pero, señora Russell…
—Estaré en mi habitación —la interrumpí—. No quiero que nadie me moleste, por favor.
—Sí, señora. Yo saldré a hacer las compras.
—De acuerdo.
Subí las escaleras lentamente, aferrada al pasamanos. Todo mi cuerpo me pesaba, aunque no tuviera una condición médica que lo justificara. Esto era mi dolor, mi espíritu quebrantándose. Definitivamente, no estaba lista para dejar ir a este bebé. Deseaba que ocurriera un milagro y se quedara conmigo, pero al mismo tiempo, temía que eso pasara y él o ella sufriera. Creía firmemente que no solo necesitarían de mí, sino también de un padre.
¿Cómo podía tener al bebé si no podía dárselo?
Al llegar al final de las escaleras, me sentía aletargada y agitada. Aquello ya no me parecía normal, y menos aún el fuerte dolor en el vientre que comenzaba a desgarrarme por dentro.
—Mi bebé —dije angustiada al tocarme la entrepierna y sentir la sangre.
Aunque sabía que este sería el desenlace de todos modos, corrí hacia mi habitación y tomé el teléfono. Landon no me dejaba tener un celular, así que la comunicación era bastante complicada, y recordar su número en ese momento también lo era.
—Contesta —sollocé—. Contesta, por favor.
A los pocos segundos, él respondió.
—¡Landon! —exclamé jadeante—. ¡Necesito tu ayuda! Yo…
—Estoy muy ocupado —dijo con un tono frío—. No me molestes.
—Por favor, esto es…
—Nos vemos más tarde. Apagaré el celular.
Sin decir más, colgó la llamada, dejándome con el corazón aún más destrozado de lo que ya estaba. Si me quedaba en este matrimonio, siempre estaría sola.
Por desgracia, era mi obligación quedarme aquí.
LandonSin abrir los ojos, busqué con las manos el calor de mi esposa o, al menos, el de nuestros bebés de dos años. Al no encontrar más que el frío de las sábanas, abrí los ojos de golpe.—¿Lyra? —pregunté, sentándome—. Mi amor, ¿dónde estás?Aparté la cobija y fui al baño en su búsqueda. Al no encontrarla, mi estómago se encogió y el corazón comenzó a acelerarse. ¿Acaso se sentiría mal? Llevaba muchos días comportándose de manera extraña, pero ella me había dicho que tenía la menstruación.—¡Lyra! —grité, saliendo de la habitación.En el pasillo me encontré con Sofía, quien me dijo que Lyra y los niños habían salido muy temprano.—¿Cómo que salieron? ¡Es Navidad, todo está cerrado! —exclamé, exasperado.Ella soltó una risita.—¿De qué te ríes? —gruñí—. ¡Algo muy malo puede pasarles!—Cálmese, señor, no les pasará nada. La señora es una mujer responsable.—Pues empiezo a dudarlo. Está sola con nuestros hijos. Más vale que al menos Antonio y Amelie…Al ver su expresión, lo supe: tampo
LyraUnas manos grandes rodearon mi barriga y la elevaron, haciendo que dejara de sentir el enorme peso que me ocasionaba dolores de espalda todos los días.—Demonios, qué bien se siente —sonreí, cerrando los ojos—. Oh, deberías hacerlo más seguido. Me encanta.—¿Sí? ¿Y qué más te encanta? —me susurró Landon al oído—. ¿Qué más te encanta además de esto y de abandonarme a mitad de la noche para cumplir con antojos de los que no tengo ni idea?—Ups. —Quiero una mejor explicación que esa.—Quería dejarte dormir —confesé—. Y bueno, no quería compartir mi comida.—Eres muy mala. ¿No quieres compartir tu cuerpo conmigo? —No, mientras estoy comiendo. —Tomé otra rodaja de pepinillo y me la llevé a la boca.—Pero puedo perfectamente tocarte mientras tanto —bromeó.—Landon… —Te amo, claro que no lo haré —se rio—. Pero me pone triste que no me digas cuando tienes un antojo. Sabes lo mucho que deseo que me hagas partícipe en todo momento del embarazo.Me giré hacia él y le ofrecí una de las
Landon Mi mujer no dejaba de mover las piernas nerviosamente mientras esperábamos a que el obstetra viniera. Este había ido por los resultados de las pruebas de sangre del embarazo, que quiso hacer para confirmar lo que habíamos visto en la prueba de orina.—¿Y si no lo estoy? —me preguntó asustada—. ¿Qué pasa si esa prueba da un falso positivo?—Te dijo el doctor que los falsos positivos son muy extraños —la tranquilicé mientras le acariciaba el rostro—. Estás embarazada, te lo prometo.—¿Y si algo no va bien?—Todo irá bien —le aseguré—. Pronto veremos a nuestro hermoso bebé y volveremos a casa para presentárselo a sus hermanitos y a su primo. No tienes por qué temer. ¿O sientes que hay algo mal?Mi corazón se aceleró ante la idea de que ella se sintiera mal y que, por eso, tuviera tantas dudas sobre la buena evolución del embarazo.—No, mi amor —respondió—. No me siento mal. Lo que sucede es que aún están presentes en mí todas esas sensaciones del embarazo perdido, y me es inevita
Thane El dolor que sentía en la espalda y en todo el cuerpo pasaba a segundo plano. Ekaterina se despertaba por ratos, pero luego volvía a dormirse. El médico decía que era agotamiento y deshidratación; también, la pésima alimentación que había tenido. Al parecer, el viajar tanto había hecho que racionara más las comidas.Le habían hecho exámenes, incluyendo una ecografía. No habíamos podido escuchar el corazón del bebé porque preferíamos esperar a que Ekaterina estuviera mejor, pero el bebé estaba vivo y lleno de vida. Ella lo había cuidado muy bien.—Todo fue mi culpa —susurré mientras acariciaba su mejilla—. Yo te obligué a esto.—Se pondrá bien —me recordó de nuevo el médico—. Lo más importante es que recupere fuerzas ahora para que puedan irse.—¿Lo escuchas? Nos iremos —le dije a Ekaterina, quien por fin abrió los ojos por completo. El doctor se había marchado para darnos un momento a solas.—¿Qué? —Lo que escuchaste: nos iremos. No volveremos a pisar este país y nadie volve
EkaterinaComo médica, sabía que las emociones fuertes podían afectar a mi bebé, y de verdad intentaba con todas mis fuerzas apaciguar las mías, pero no había manera. A cada instante, mientras atravesaba el continente en ese pequeño asiento de avión en el que me encontraba, pensaba en él. No sabía absolutamente nada sobre el lugar en el que estaba, solo que una corazonada me decía que podría encontrarlo en su ciudad natal, donde Lyra y el señor Russell vivían.Recosté la cabeza en el asiento y cerré los ojos. Apenas toleraba los olores, el sabor de mi propia saliva y la sensación de tener los oídos tapados. Me dolía la cabeza y deseaba con todo mi corazón poder tomar un fuerte analgésico o algo que me mantuviera en cama durante al menos una semana. No solo sentía agotamiento físico, sino también mental. Odiaba la idea de abandonar la seguridad de París para buscar un futuro incierto, adonde el amor por él me había arrastrado.Pude haberlo traicionado y dejarlo con la esperanza de encon
LyraLa felicidad de recuperar a Hunter era inmensa, y no pude evitar llorar al ver cómo Lilly, Byron y mi padre se deshacían en llanto mientras lo abrazaban. Sin duda, el pequeño era alguien muy importante para todos, incluido mi esposo, quien no dudó en alzarlo en brazos.—Estábamos muy preocupados por ti —le dijo.Mis hijos, que ahora estaban en el suelo, jalaron un poco la tela de mi pantalón para llamar mi atención. Sus rostros reflejaban tristeza, como si estuvieran celosos de que su padre quisiera más a su sobrino que a ellos.—Mis pequeños, su primo estuvo perdido unos días y todos estamos felices porque ha regresado, pero su padre los adora. Solo dejen que…—Mis niños, vengan —los llamó Landon al bajar a Hunter—. Este es su primo.—Hola —saludó Hunter.Mis pequeños avanzaron dubitativos, pero una vez que estuvieron cerca de su primo, comenzaron a reír.—No tuve mucho miedo —les explicaba Hunter—. Bueno, sí, un poco, pero fui valiente porque tenía que volver a casa.—¿No tienes
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