Lyra
Unas manos grandes rodearon mi barriga y la elevaron, haciendo que dejara de sentir el enorme peso que me ocasionaba dolores de espalda todos los días.
—Demonios, qué bien se siente —sonreí, cerrando los ojos—. Oh, deberías hacerlo más seguido. Me encanta.
—¿Sí? ¿Y qué más te encanta? —me susurró Landon al oído—. ¿Qué más te encanta además de esto y de abandonarme a mitad de la noche para cumplir con antojos de los que no tengo ni idea?
—Ups.
—Quiero una mejor explicación que esa.
—Quería dejarte dormir —confesé—. Y bueno, no quería compartir mi comida.
—Eres muy mala. ¿No quieres compartir tu cuerpo conmigo?
—No, mientras estoy comiendo. —Tomé otra rodaja de pepinillo y me la llevé a la boca.
—Pero puedo perfectamente tocarte mientras tanto —bromeó.
—Landon…
—Te amo, claro que no lo haré —se rio—. Pero me pone triste que no me digas cuando tienes un antojo. Sabes lo mucho que deseo que me hagas partícipe en todo momento del embarazo.
Me giré hacia él y le ofrecí una de las