Fue solo entonces que Fernando se dignó a volver la vista hacia Frigg.
—Me voy.
Frigg, al verlo decidido a marcharse tan pronto, se obligó a ignorar el dolor que la consumía, se levantó de la cama y se aferró a su brazo.
—¿Es por lo que pasó en la subasta? ¿Piensas que te engañé y por eso…?
Fernando bajó ligeramente la mirada hacia el brazo atrapado por Frigg. Sus ojos se oscurecieron un instante de manera imperceptible.
—Tengo asuntos pendientes en la empresa —dijo sin rodeos.
—Fer, por favor… —insistió ella con un gesto suplicante—. Fui a buscarte a la oficina hace unos días y me evitaste todo el tiempo. Ahora que por fin vienes, te vas enseguida. Sé que estás muy ocupado, pero de verdad estoy sufriendo. ¿No podrías quedarte conmigo un momento?
A Jasmine le bastó ver la escena para intervenir:
—Frigg, no seas egoísta. El señor Suárez hizo un espacio en su agenda para venir a verte; deberías agradecerle en vez de presionarlo —añadió, lanzándole una mirada cómplice a Alberto.
Alberto c