Lira se mantuvo en silencio, de pie a un costado, preguntándose si de verdad le convenía escuchar esa conversación.
Se aclaró la garganta con una risita nerviosa.
—Sigan platicando. Yo… voy a ver si ya tienen listo lo que ordenamos en la cocina.
Pensó que mejor hubiera salido antes, pues ahora temía que Y pudiera silenciarla por haber escuchado tanto. En cuanto Lira se marchó, el ambiente en la sala privada quedó cargado de tensión: solo Daisy e Y frente a frente.
Él avanzó hasta quedar muy cerca de Daisy y, sin cortarse, alzó la mano para acariciarle el rostro.
—Pequeña, dime: ¿cómo piensas compensarme por haber sospechado de mí?
Daisy se apartó de su contacto y sirvió dos copas de licor, ofreciéndole una a Y.
—Nuestro maestro siempre decía que a ti te encantaba el «vino de flor de durazno». Lira lo prepara de forma casera, ¿por qué no le das un sorbo a ver si te agrada, Y?
Y miró la copa con una sonrisa.
—Vaya… así que te acuerdas de lo que me gusta. Eres un encanto. Aunque…
Se detuv