Como si Y adivinara sus pensamientos, volvió a hablar:
—Ya veo que amenazarte con Blanca no te funciona de ninguna manera. Entonces, ¿qué tal si hacemos otro trato? Tú quieres dar con el asesino, ¿verdad? Yo puedo ayudarte. Y, a cambio... serás mi novia.
Daisy lo miró con un gesto de fastidio.
—¿Tan desesperado estás por conseguir mujer?
Y negó con la cabeza.
—No es que me falten mujeres. Me faltas tú.
Daisy sintió cómo la invadía una mezcla de perplejidad y desconfianza.
—¿Qué es lo que realmente quieres? —le soltó, frunciendo el ceño.
Hasta el momento, no había podido confirmar si él era de fiar o si tal vez estaba aliado con el criminal que buscaba. Tampoco podía decir que fuera un «buen tipo», sobre todo por lo que le había hecho a Blanca.
Y se acercó un paso más, apoyando una mano en el auto y acorralándola casi por completo.
—Te lo dije: no sirvo a nadie. Mucho menos a ese asesino. No tengo nada que ver con él. Lo único que quiero es que seas mi novia, sin segundas intenciones. E