Aquella noche Daisy rompía por completo la imagen que Fernando tenía de ella. Era experta en combate y, por lo visto, también dominaba la conducción de motocicletas. En los tres años previos, Daisy había sido una mujer tan silenciosa que ni siquiera alzaba la voz.
«¿Estuvo fingiendo durante tres años… y con qué objetivo?»
Además, ¿qué hacía ella en ese lugar a esas horas? Con un gesto sombrío, Fernando tomó el teléfono y llamó a Thiago.
—Pon a alguien a vigilar a Daisy las veinticuatro horas.
***
En la casa de la familia De Jesús
Al volver a su cuarto, Daisy empujó la puerta y se encontró con Javier, que la miró fijamente. Ella parpadeó, sorprendida.
—¿Todavía despierto a esta hora?
—Intenté llamarte, pero tu teléfono seguía apagado y me preocupé —respondió él, recorriéndola con la mirada—. ¿Te pasó algo? ¿Estás bien?
Daisy cerró la puerta tras de sí y avanzó hasta servir un vaso de agua. Solo después de beberlo de un trago se animó a contestarle:
—No te preocupes, estoy bien. Es tarde