El jueves amaneció con una bruma fría y espesa que se aferraba a los cristales de la mansión Winchester. Dentro, la atmósfera era de una calma tensa, una coreografía perfecta de mentiras y vigilancia.
Olivia, ajena al huracán que se gestaba a su alrededor, se despidió de Lion en el vestíbulo. Él llevaba un traje de viaje impecable y una maleta de mano.
—No te preocupes. —Le dijo, besando su frente con una ternura que sentía genuina, a pesar de ser parte de la farsa. —Será un viaje rápido. Reunión aburrida en Ginebra y vuelta para cenar.
—Ten cuidado. —Susurró ella, abrazándolo. Una inquietud vaga se agitaba en su pecho, pero la atribuyó a la ansiedad que aún la acechaba.
—Siempre. —Respondió Lion, con su mirada sobrepasándola por un instante para encontrarse con la de Gabriel, quien, discreto en un rincón, asintió casi imperceptiblemente.
Mientras el Bentley se alejaba, supuestamente hacia el aeropuerto, Gabriel se acercó a Olivia.
—Samuel y yo estaremos aquí, señora. Como siempre.
Ol