Su historia personal era un tanto peculiar.
Los rumores en Leeds contaban que la madre de Josefa había sido empleada doméstica en casa de Santiago; él acababa de perder a su esposa y, de algún modo, aquella mujer logró meterse en su cama.
Al día siguiente, Santiago le dio una buena suma de dinero y la desterró de Leeds.
Ella regresó tiempo después, con una hija en brazos recién nacida, irrumpiendo en la ceremonia de inauguración de un edificio dedicado a la memoria de la difunta esposa de Santiago.
Los medios captaron la escena, y Santiago, furioso, negó haber tenido relación alguna con la mujer y menos aún reconoció a la niña. Madre e hija fueron desterradas nuevamente.
Pasó alrededor de una década hasta que, tras la muerte de su última hija—la legítima—, Santiago, sumido en la tristeza, hizo traer secretamente a Josefa de regreso a Leeds.
Ella resultó ser extraordinariamente talentosa: a pesar de haberse criado en un país muy humilde, su habilidad para aprender era fuera de serie.
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