—¡Están tan divinos que hasta un sapo se muere por probar carne de cisne! —comentó otra voz.
—Más que preocuparme por si un hombre es basura o no, lo que me interesa es saber: ¿cuánto le tocará a Gabriela en el divorcio? ¡Álvaro es una oveja gorda! Ni que lo dividiéramos a la mitad; aunque fuera tan solo un diez por ciento, ya le alcanza para que Gabriela se dé un gustazo de por vida —dijo otro entusiasmado.
—¡Lana, lana, lana! Siempre es lo mismo con la lana; Gabriela no es como tú, que eres un obsesionado de la lana, y yo me preocupo porque se sienta triste —opinó alguien más.
—Lo que ahora es tristeza es solo pasajero; si no se divorcian, el sufrimiento durará toda la vida. Nuestra Gabriela, de belleza arrebatadora, tendrá montones de hombres haciendo fila para ser su perrito. Y entre nosotros, de estos diez, ya hay dos que no lo son —añadió otra voz.
—Exacto, ¿qué tiene un hombre infiel, un verdadero chico basura, para merecer que uno se aferre a él? —concluyó alguien.
Marcela tení