En teoría, lo sensato habría sido no contar semejante noticia cuando el estado de Álvaro era tan delicado.
Sin embargo, Kian tenía sus motivos:
Al abrir los ojos, Álvaro pronunció el nombre de Gabriela con urgencia. Oliver y Carmen entendieron que el joven estaba preocupado por ella.
Pero Kian, que conocía de sobra la forma en que el jefe había manejado tantas traiciones, dudaba mucho que la reacción fuera de simple «inquietud». Gabriela lo había engañado y, encima, lo apuñaló. ¿Por qué razón iba él a sentir preocupación y no un arrebato de odio?
Incluso si Álvaro se había vuelto un «enamorado empedernido», Kian consideraba su deber ilustrarle la cruda realidad: mientras él permanecía inconsciente, el supuesto amante de Gabriela irrumpió con toda confianza, negociando un nuevo «matrimonio». Eso lo impulsaría a recapacitar, tarde o temprano.
En cuanto Kian terminó de hablar, Oliver y Carmen lo miraron con gesto de fastidio.
—¿Acaso eres un niño de primaria que viene corriendo con sus ch