Por su parte, Gabriela esquivó a Álvaro, que andaba preguntando por ella, y regresó a su habitación.
Aquella recámara pertenecía, desde la infancia, a ese «Álvaro» que en realidad había sido su Emiliano.
Por primera vez, Gabriela recorrió cada rincón con la sensación de ver los pasos de su amado cuando era un niño.
—¿Cómo pudo pasar algo así? —se preguntó, con un dolor punzante que le atravesaba el pecho. Se cubrió el corazón con la mano, sintiendo que apenas podía respirar.
Si todo lo que Florencio le contó era cierto, entonces…
El niño que Sofía abandonó no era otro que su Emiliano.
El hijo a quien Eliseo despreció era también su Emiliano.
Esa infancia infernal que la gente atribuía a Álvaro… la había vivido, en realidad, Emiliano.
—¿Gabriela?
Álvaro entró a la habitación, y al ver a Gabriela, se llevó el susto de su vida.
Gabriela se volvió hacia él, con los ojos llenos de lágrimas incontenibles. Su angustia parecía haberla llevado casi al borde del colapso.
—¿Qué pasa?
Álvaro corri