Capítulo 33
María se quedó observando sus figuras mientras se alejaban, con una expresión de impaciencia apenas disimulada.

Esa misma noche, el comedor se llenó del delicioso aroma a carne. Los niños, emocionados, no podían apartar la vista de los platos rebosantes de comida. Durante los días siguientes, la calidad de las comidas se mantuvo en ese estándar.

Gabriela iba al orfanato todos los días para enseñar a los niños sordos a bailar. Su belleza y dulzura pronto captaron la atención de más niños, que siempre la rodeaban con curiosidad. Algunos, los más atrevidos, llegaban incluso a tocarle la mano, intrigados por su delicadeza.

Mientras tanto, Cristóbal seguía intentando convencer a Hans de unirse a las actividades. Aunque Hans finalmente accedió a ir al orfanato, su actitud no cambió. Se sentaba en un rincón, con las manos en los bolsillos, mirando sin interés a los niños que jugaban a su alrededor.

Gabriela y Hans no cruzaban palabra. Después de todo, él no hablaba y no entendía el lenguaje d
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