Pero entonces, en algún momento, una alarma silenciosa se activó en su interior.
Era como si algo en él no pudiera permitirse seguir cayendo tan profundamente.
Se obligó a sí mismo a salir de ese estado.
A la mañana siguiente, recibió una foto de Gabriela reunida con uno de los hombres de confianza de su tío Mattheo, tomada antes del secuestro.
Y fue entonces cuando Álvaro encontró la excusa perfecta para empezar a enfriar su relación con Gabriela, una relación que comenzaba a desbordar los límites que él mismo había establecido.
Ni siquiera se molestó en escuchar a Gabriela.
Sabía, como lo sabía Kian, que Gabriela no soportaba ni verle un rasguño sin preocuparse profundamente.
Álvaro lo sabía mejor que nadie: Gabriela jamás habría conspirado con alguien que quería verlo muerto.
Había visto con sus propios ojos cómo Gabriela estaba dispuesta a arriesgar todo por él, sin pensarlo dos veces.
Y sin embargo, eligió ignorarlo todo.
Se escudó en la sospecha como una excusa para reprimir cual