Él entrecierra los ojos e inclina la cabeza ligeramente. Una risita burlesca se escapa de mis labios.
—¿Segura? —pregunta ladeando la cabeza—. Se emborrachó antes. —Eso fue porque tenía mi estómago vacío —me defiendo—. Vamos a tomar otra copa. Solo una, me gusta mucho ese vino. —Está bien, pero solo una —acepta y levanta la mano. Luego de disfrutar de otra copa del buen vino, montamos al terminar en su auto, seguido por los escoltas. Como siempre, en su interior ha vuelto a ser el distante señor Minetti, ignorándome por completo. Mira su teléfono y yo trato de no mirarlo. No puedo entender realmente quién es el verdadero señor Minetti, se ha vuelto todo un enigma para mí. Y a mí… me encanta descifrar enigmas. Mientras lo observo, pienso en todo lo que ha sucedido entre noso