CONTINUACIÓN
“Las pruebas”
(Parte final — La herida que vuelve a sangrar)
Manuel Castro permaneció de pie frente a su hijo, con ese álbum en la mano como si fuera un salvavidas. Samuel no se movió. No respiró. Ni siquiera parpadeó. Lo único que hacía era sostener esa mirada que pretendía reconocerse y no lo lograba.
—Samuel… —repitió Manuel, con la voz más suave—. Yo no sabía que existías. Te juro por tu madre que no sabía.
Samuel apretó la mandíbula.
Victoria sintió el cambio: esa rigidez, ese silencio afilado. Era la misma fortaleza que ella había usado tanto tiempo… ahora estaba en él.
Manuel abrió el álbum despacio, como si temiera que el hijo se rompiera.
—Hace unas semanas, mi padre me llamó a su despacho… y me dijo la verdad. Me lo dijo todo. Me contó que te había echado antes de que yo regresara del viaje. Que le había corrido a tu madre contigo en el vientre para que desapareciera. —Su voz se quebró—. Yo no sabía, Samuel. Te lo juro. Fui un idiota, un cobarde… pero no