CAPÍTULO — “Los que juegan con fuego”
Valerie Nobile y Ricardo Segovia no se encontraron por amor.
Se encontraron por odio hacia los Montaldo.
Ese odio que no grita, que no rompe objetos, que no da portazos… sino que se sienta a la mesa con una sonrisa fina y los colmillos bien escondidos.
Ese odio educado, silencioso, peligroso.
El café era pequeño, silencioso, con música antigua sonando de fondo y vitrinas empañadas por el frío de la mañana. No era un lugar elegante ni distinguido, pero para ellos era perfecto: discreto, olvidable, como sus conciencias.
El aire olía a café y a tostadas, pero ninguno de los dos parecía notarlo. Ellos fueron solo a hablar ahí.
Una mesa de operaciones donde se abrían estrategias, no heridas.
Aunque en el fondo, ambos sangraban por otros nombres.
Valeria llegó primera. Impecable como siempre. Su abrigo claro, sus labios perfectamente pintados, su mirada filosa como una hoja recién afilada.
Elegante hasta para odiar.
Sedosa y envidiosa hasta p