...
Todo quedó en desorden.
Luis miró hacia abajo, y lentamente recogió el termo, tirándolo en el basurero junto a la puerta.
La compasión de una mujer, no la necesitaba.
Siempre estaba bebiendo.
Bebía hasta quedar completamente borracho, y cuando se despertaba, llamaba el nombre de Dulcinea.
A veces, también soñaba, soñaba con la primera vez que se conocieron.
Al despertar, encontró a la misma joven de la vez anterior.
Ella le limpiaba el sudor de la frente con cuidado, con la cabeza gacha y una voz baja, le preguntó:
—Señor Fernández, usted estaba llamando a «Dulci»... ¿Es alguien que usted quiere?
Luis, aún un poco aturdido, respondió con voz ronca después de un rato:
—Es mi esposa.
La joven, armándose de valor, le preguntó:
—¿Por qué no vuelve a casa entonces?
Luis parecía algo perdido.
Tras un momento, sacó un cigarrillo del bolsillo, lo encendió y comenzó a fumar lentamente. Sus ojos estaban ligeramente enrojecidos.
—Ya no tengo hogar. Ella se fue.
La joven, sin atreverse a pregu