Luis se incorporó lentamente.
Catalina desaprobó:
—Señor Fernández, tiene una herida grave, debería descansar.
Luis la miró y con voz ronca dijo:
—¿De verdad te preocupas por mí? Pero parece que estás disfrutando esto. Tráeme un paquete de cigarrillos.
Al principio, Catalina se negó, pero ante la insistencia de Luis, salió y consiguió una caja de cigarrillos de un guardia, entregándosela a su jefe.
Luis se recostó en la cama, sacó un cigarrillo, lo puso en sus labios y lo encendió.
Mientras el humo azul se elevaba, preguntó con voz tranquila:
—¿Qué dicen los fiscales alemanes?
Catalina informó:
—Dicen que, a menos que la señora cambie su declaración, procederán con el caso… incluso si no cooperamos, no cambiará el resultado.
Luis no hizo más preguntas.
Catalina pensó un momento y añadió:
—Señor, ¿cómo resolveremos lo de las acciones del grupo y el escándalo con la señorita Cordero?
Luis, recostado, exhaló el humo lentamente.
Después de un rato, bajó la mirada y dijo:
—Cuando resolvamos