Clara, angustiada, comenzó a llorar.
—Intenté llamarle muchas veces, pero usted siempre colgaba.
…
Luis encendió el cigarrillo.
Manteniendo la cabeza baja, dio unas cuantas caladas, y luego preguntó:
—¿Te dejó alguna instrucción?
Clara, sin poder ocultar más, respondió titubeando.
Al final, susurró:
—Además de esos cinco millones de dólares, la señora tejió seis suéteres y dos bufandas para el pequeño Leonardo… También quería que Leonardo fuera adoptado por la señorita Ana, y ella aceptó.
Cinco millones de dólares, seis suéteres, dos bufandas…
Quería dar a Leonardo en adopción,
desde que supo de su enfermedad en Ciudad BA, ya había decidido no luchar.
Luis parpadeó lentamente, y el cigarrillo en sus dedos se apagó inexplicablemente. Estuvo perdido en sus pensamientos un rato, hasta que Clara, inquieta, dijo:
—¿Le entrego los cinco millones?
—No hace falta.
Luis respondió fríamente:
—Déjalos donde ella los puso, tú encárgate. —Luego rompió el cigarrillo y se dirigió de nuevo a la habita