A sus 22 años, Mario, con una expresión fría y las manos en los bolsillos, asintió con la cabeza.
Al observar el objeto, frunció el ceño sin querer:
—¿Esto es un pañal desechable, verdad?
La empleada no cesaba de elogiar el producto:
—¡No mancha las sábanas y puedes moverte todo lo que quieras durante la noche sin problemas! Después de probarlos, no querrás dejar de usarlos.
Mario pensó en aquella joven enorme que había visto fuera y consideró que serían perfectos para ella.
Sin embargo, mantuvo su expresión indiferente y no dijo nada.
Al salir, varios cajeros se reunieron para chismear:
—Increíble, ¡qué guapo estaba ese chico! Por su porte, su familia debe de ser muy adinerada. Llevaba un reloj que he visto en anuncios, creo que cuesta más de dos millones.
…
Al salir del lugar, Ana aún yacía obediente en el asiento trasero.
Le lanzó una bolsa negra:
—Busca un baño público para cambiarte, y luego te llevo a casa. Pero llama primero a tu tía Carmen…
La advirtió de nuevo:
—Si hablas