Mario, de 22 años, nunca ha tenido novia.
Aunque ha visto algunas películas con amigos, nunca se ha sentido impulsivo, ni ha buscado activamente a una mujer.
Sin embargo, ahora, al observar la figura aún juvenil de Ana, no pudo contener su impulso.
A su edad, la tentación era demasiado grande.
Para calmar su deseo, Mario bebió dos botellas de agua fría. Sintiéndose algo mejor, escuchó la voz tímida de Ana desde el baño:
—Trae la ropa que dejé sobre la cama.
Al dejar caer la botella, vio un pequeño vestido rosa pálido, delicado y encantador. Mario casi podía visualizar a Ana llevándolo puesto y tragó saliva. Con una voz preocupada, preguntó:
—¿No estás en su período? ¿Seguro que puedes ponértelo?
Optó por una solución más práctica y fue al armario a buscar un conjunto de ropa deportiva unisex. Golpeando la puerta del baño, exclamó:
—¡Mejor ponte esto!
Ana, desanimada y con el vientre dolorido por el sangrado, tomó obedientemente la ropa y comenzó a vestirse, colocando una capa gruesa d