—¡No puedo!
—Emma es muy importante para mí, pero Ana también, y además le debo tanto…
Mario hizo una pausa.
Cerró la mano en un puño, su voz se suavizó:
—Sé que aún la amas, y que ella también tenía sentimientos por ti…
David lo interrumpió:
—¿Ahora te das el gran corazón?
Mario bajó la mirada y sonrió con amargura.
Tras un breve silencio, se volvió lentamente hacia David y murmuró:
—Antes, solo me importaba el poder; mi esposa y mis hijos eran meros accesorios. Nunca imaginé que llegaría el día en que estaría dispuesto a sacrificar mi vida por ellos… Perder a uno para salvar a otro, ¿no es eso?
—Pero Emma es la hija que Ana me dio.
—La quiero mucho.
Mario dejó sin aclarar si se refería a Ana o a Emma.
David ya no preguntó más.
Tampoco objetó de nuevo; vio la firmeza en Mario, su coraje solitario… Al final, cuando realmente amas a alguien, estás dispuesto a darlo todo, incluso la vida. Mario también sentía esa pasión.
El sol se colaba por la ventana.
David susurró:
—Yo me encargaré de