Mario, después de una breve pausa, desechó el currículum de Frida a un lado, aceptando implícitamente la sugerencia de Gloria, quien suspiró aliviada.
Justo entonces, una foto tamaño pasaporte se deslizó del dossier: era Frida, vistiendo una camisa blanca y con una larga trenza, sus ojos irradiaban una chispa especial.
Por un momento, parecía la imagen misma de Ana a los 18 años.
Gloria rápidamente recogió la foto y la colocó de vuelta en el expediente, preparándose para irse.
Sin embargo, Mario la detuvo: —¡Espera!
Él tomó el dossier, observó la foto detenidamente y luego, con voz suave, instruyó: —Déjala quedarse. No hace falta tratarla de manera especial, puede ser una interna más.
Gloria objetó: —Señor, si la señora se entera, no le va a gustar. Esta mujer tiene una posición demasiado especial, me preocupa...
Mario respondió con un tono aún más calmado: —Haz lo que te digo.
Después de dar la orden, notó que Gloria no se movía.
Levantó la vista hacia ella.
Con una sonrisa ligera