Ana observó a la señora Martín alejarse.
En ese momento, un camarero pasó cerca y el señor López aprovechó para tomar dos copas de champán, ofreciendo una a Ana. No podía evitar mirarla, cautivado por su belleza.
Ana lucía un elegante vestido negro esa noche: un suéter fino y ajustado de cuello alto, una falda larga de terciopelo que marcaba su cintura y llegaba hasta los tobillos, y su cabello recogido con elegancia... irradiaba un encanto femenino innegable.
El señor López no pudo contenerse: —Hacía tiempo que no veía a una mujer tan bella y con tanto encanto como la señorita Fernández.
Ana sonrió y le respondió: —Gracias por su cumplido, señor López.
Aunque el señor López tenía planes de expandirse en la ciudad, no era algo urgente, así que le hizo una propuesta a Ana: —Señorita Fernández, ¿le interesaría expandirse en la ciudad BA? Podría proporcionarle financiación.
Ana se sorprendió por la oferta, y tras un momento de reflexión, le respondió con una sonrisa: —Mi familia está