La primera pieza estaba programada para ser interpretada por Ana. Sin embargo, el maestro Zavala estaba de pie en el escenario, enfrentando la humillación del público. Se inclinaba una y otra vez, pidiendo disculpas en nombre de Ana, pero en ningún momento reveló los detalles privados de Ana ni mencionó que su ausencia se debía a circunstancias tan absurdas.
Víctor no podía soportarlo más. Subió al escenario y sostuvo al maestro Zavala, diciéndole en voz baja: —Maestro, deberíamos devolverles el dinero. No merece la pena soportar esta humillación aquí.
El maestro Zavala negó con la cabeza suavemente y dijo: —Víctor, esto no se trata de devolver el dinero o no. Si hoy devuelvo las entradas, Ana será marcada para siempre con la vergüenza en el mundo de la música, y yo también seré clavado en el pilar de la vergüenza.
Víctor estaba tan conmovido que no pudo hablar. El maestro Zavala se dirigió nuevamente al público: —Permítanme reemplazar a mi estudiante y tocar para ustedes.
Pero el pú