Ana vio a Mario y lo miró con serenidad.
Después de un momento, Mario llamó a Ana. Ella respondió y escuchó su voz fría: —Baja del coche.
Ana le habló con voz suave pero firme: —Mario, ya te dije que estamos separados. Con quién me relacione no es de tu incumbencia. No voy a alejarme de mis amigos por ti. Además, hoy es el cumpleaños de la madre de David, solo voy a cenar, no a tener un encuentro clandestino.
—Pero sabes que David te quiere— insistió Mario.
—¿Y qué? Cecilia también te quería a ti. ¿Evitaste verla?
…
Ana colgó el teléfono.
A través del cristal, Mario vio la humedad en sus ojos.
¿Era por mencionar a Cecilia? ¿Todavía le importaba?
David arrancó el coche, listo para avanzar. Solo tenía que pisar el acelerador y habría un choque. Los dos vehículos rozaron, creando un sonido agudo y desagradable.
Mario siempre había sido de temperamento fuerte, nunca cediendo ante nadie, y menos aún ante David.
Pero Ana estaba en ese coche. Temía que ella resultara herida.
El Bentley ne